El “sueño chino” como “sueño mundial”: interpelaciones de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta a la Filosofía Intercultural

 *Ponencia originalmente presentada en el XIV Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Ciencia Política y la Universidad Nacional de San Martín en julio de 2019.


Los procesos de globalización han acelerado en las últimas décadas la transnacionalización de los asuntos mundiales y, en especial, la concentración del capital. En el ámbito de un sistema internacional anárquico, los Estados Nacionales de bienestar han acelerado también su impotencia para hacer frente a las demandas del capital y de sus respectivas sociedades, y  la crisis de la democracia (en todas sus variantes) se ha profundizado, aún cuando nadie deja de apoyar su principio.

En este escenario emerge China como potencia económica mundial, intensificándose  su rol protagónico en el escenario internacional mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta  que hoy se propone reconfigurar el orden mundial, pasando del actual sistema anárquico a un sistema próspero, cooperativo, pacífico y armonioso. Se trata de superar la declinación americana-occidental y transferir las ventajas del desarrollo chino al mundo  mediante la construcción de obras de infraestructura, transporte, desarrollo energético, etc, en  distintos corredores que unen zonas de desigual desarrollo, sistemas políticos y culturales de Asia, Europa, Africa,  sin excluir América Latina y Oceanía,  y  en y entre los cuales se realizarán intercambios económicos, comerciales, políticos, militares, religiosos  y culturales. Un nuevo modelo de desarrollo basado en la  conectividad y la  inclusión respecto del cual, como señala  Wang, hay todavía más incertidumbres que certezas. (Wang  Yiwei, 2016,p.27) 

Cuando ya empezábamos a pensar en cierta ineluctabilidad de la dirección de los procesos globalizadores,  nos encontramos con el ascenso de China, con  su “soft power” y sus propuestas fundacionales de una nueva era que busca transferir su grandeza y prosperidad  al mundo: el sueño chino como “sueño del mundo”.  Sin duda esto plantea innumerables cuestiones y requiere, en primer lugar, repensar los vínculos entre capitalismo y  globalización. 

Al respecto, Giovanni Arrighi sostiene  en Adam Smith en Beijing, que el  discurso de la globalización, que se había intensificado en los 80 y 90 del siglo anterior, con la caída de la URSS, la liberalización multilateral del capital y el comercio, comienza a declinar cuando Bush aprovecha los atentados del 11 de setiembre para declarar el inicio del “nuevo siglo americano”. Sin embargo, según Arrigui el fracaso de la guerra de Irak, que rememora el síndrome de Vietnam y  el fracaso del proyecto neoconservador y la declinación económica de Estados Unidos, tienen como consecuencia no deseada recentrar la economía global en Asia del Este y en particular en China.

Así la Reforma y Apertura promueve un ascenso espectacular de China y su inserción en la comunidad internacional como miembro pleno, hasta que en 2013 Xi propone la Iniciativa de la franja y la Ruta (OBOR por su sigla en inglés), una iniciativa nacional para el mundo que revitaliza la globalización. De modo tal que mientras China se abre el mundo, Estados Unidos Unidos se cierra al proteccionismo con Trump y se recluye en un nuevo sueño americano, aunque esta vez, el del proteccionismo.

Ya en 2008 Arrighi sostiene la tesis que es China la que cumple los sueños de Adam Smith de una economía mundial abierta.

En nuestro caso argentino y probablemente de otros países latinoamericanos, el ascenso de China nos obliga a advertir que hay otros interlocutores en el mundo,  y que es necesario ir más allá de la oscilación entre dialogar con Europa y EEUU o de encerrarnos en nosotros mismos.

Cómo señala Wang Yiwei, se trata de pasar de un mundo basado en la conflictividad,  que define el poder por fuera de la ética a una política basada en la moral (207),  entendido no en términos de influencias y sujeciones, sino de armonía entre los Estados y entre el hombre y la naturaleza; poder entendido como “una unidad de agencia y estructura, de materia y espíritu, basado en el orden y la democratización de las relaciones internacionales,  a fin de asegurar “la paz de todos, para todos y por todos” (206, RI). Frente a la colonización de las teorías de las relaciones internacionales por el mundo (norte)americano-occidental, Wang propone la idea conductora china de “todo bajo el cielo”, como más apropiada para refundar la teoría internacional, cuyo propio sistema ontológico, epistemológico, metodológico y ético permitirá superar el regreso de los nacionalismos, las ficticias perspectivas igualitarias de la soberanía y construir una sociedad verdaderamente global. Esta propuesta es holista, individual y materialista y constituye un término medio más allá de las relaciones internacionales cuyo supuesto es la división del mundo en bloques antagónicos (Occidente/Oriente) .

Al respecto Wang plantea la necesidad del diálogo, de los estudios comparativos entre los sistemas internacionales y orientales, y la superación del actual modelo de relaciones internacionales mediante la expresión del propio sistema internacional chino. “Cuando China represente la tendencia de desarrollo de las fuerzas productivas avanzadas del mundo, la orientación de la cultura avanzada y los intereses fundamentales de la abrumadora mayoría del mundo”, la escuela china reemplazará a la teoría de las relaciones internacionales”.

En lo que sigue, voy a detenerme en algunos de los temas planteados por el Dr. Wang y en algunas cuestiones que surgen de los mismos, en particular: 1) el sueño chino y el sueño mundial (especificidad china y universalismo), 2) fin del monólogo y principio del diálogo en las relaciones internacionales, 3) poder y moral, la regla de la virtud; 4)


China como amenaza

 

La iniciativa  se centra en la realización del Sueño Chino proyectado como Sueño Mundial.

Wang señala la continuidad del sueño chino desde los días fundacionales de la República hasta el presente: la Revolución de Mao, la reforma y apertura de Deng y la necesidad de ir más allá de estos logros, ya que, como ha propuesto Xi Jinping,  ahora se trata de eliminar la corrupción, asegurar un moderado bienestar para todos, recuperar el lugar que le corresponde a China en el mundo, promover la innovación  y llevar la sabiduría y logros chinos a otros pueblos.

Así la nueva era  y el rejuvenecimiento de china es, por un lado, la continuidad del sueño chino de grandeza y bienestar y, por otro, la reconfiguración del futuro mismo de la  globalización, es decir, la discontinuidad del actual modelo civilizatorio,   mediante un modelo de desarrollo basado en la inclusión, la innovación, la regresión del nacionalismo y de los populismos y la concreción de todos bajo el cielo,  una humanidad unida  mediante la regla de la virtud. 

Ahora bien, la expansión del modelo de desarrollo chino a escala mundial constituye, para Wang, un acontecimiento único en los últimos 50, 500 o quizás 5000 años, ya que se trata de una ruptura análoga a la ocurrida en los siglos XVI y XVII, cuando Europa se hizo moderna.(One Belt…pag, 26)- Un acontecimiento extraordinario del cual todavía no tenemos la suficiente conciencia y que permite a China legitimar sus pergaminos basados en la  antigüedad, grandeza  y continuidad de su historia.

Se trata de un acontecimiento histórico-epocal, la construcción de una nueva modernidad global, conducida por China, pero sin apetencias de hegemonía ni de aventura neocolonial.  Toda la historia pasada y presente de China confluyen en este gran momento histórico proyectándose a la configuración de una nueva era para toda la humanidad.

Por cierto que el pasaje del sueño chino al sueño mundial llevará tiempo y no se transitará sin riesgos ni dificultades, de los cuales da cuenta Wang en sus trabajos.

Pasar de una globalización desigual y conflictiva a una pacífica, armoniosa y con equidad requerirá complejas negociaciones entre distintos pueblos, naciones y regiones, entre muy diversos organizaciones económicas, políticas y sociales, entre distintos valores, estilos de vida, preferencias.

Ahora bien, ¿cómo construir un nuevo orden global que no sea una acumulación de singularidades anárquicas, una suma de parroquialismos  que, a la vez, respete sus singularidades y las proyecte hacia una auténtica universalidad de  comunidad de intereses y de comunidad de todos?  En suma, ¿cómo resolverá –China la oscilación entre la “especificidad china”, su excepcionalismo, y su  tradicional vocación universalista ?

  ¿Cómo se resolverán las tensiones entre sistemas económicos y políticos desiguales, entre distintas tradiciones y modernidades?,¿cómo serán las interacciones entre miembros de comunidades linguísticas y socioculturales diferentes cuando se habita una infraestructura social globalizada y se habitan culturas locales pero ya atravesadas por la “cultura global”? Cómo pretender que es posible reducir la iniciativa a cuestiones de una infraestructura “neutra” e independiente de las diferencias linguísticas  y socioculturales, cuando ya, ambas, infraestructuras y culturas locales están constituidas desde y atravesadas por lo  “global”?  ¿No implica, acaso, la infraestructura propuesta por la iniciativa un determinado modelo de desarrollo? Y éste, en qué se diferencia o diferenciaría del modelo nordatlántico? ¿Cómo separar las cuestiones económico-infraestructurales de las políticas, sociales y culturales?

¿Será el fin del monólogo occidental y el inicio de un auténtico diálogo? ¿Cuál será el estatuto de China: el de un interlocutor privilegiado o  de un ´primus inter pares´?  ¿Y cuál será el estatuto de las comunidades participantes, quiénes y cómo participarán, y cómo se legitimarán las decisiones?  ¿Participarán en las cuestiones técnicas  o también en la determinación de  objetivos, métodos y procedimientos?  

Wang Yiwei sostiene que se trata de la construcción de otro tipo de poder, de un poder  que requiere de otros enlaces entre ética y política y de otra diplomacia: la diplomacia pública, la diplomacia de la gente.   

Dado que el nuevo orden global trastocará el actual sistema basado en las relaciones internacionales, se requiere, señala Wang, convocar a la “gente”, construir una diplomacia pública en la que participen distintos actores sociales, políticos y culturales y  que pone en juego la capacidad para pasar de un modelo de política vertical, de la política de élites a otro más cercano a una política  de las bases, en la cual China tiene poca experiencia, aunque tampoco ninguna, como lo demuestran las extensivas prácticas de política deliberativa que existen en numerosas comunidades.

¿Bastará con  “llevar la iniciativa a los pueblos”, de reforzar   los intercambios para guiarlos y obtener su  comprensión y apoyo para la realización de las políticas propuestas?, como afirma Wang.  ¿Aceptarán los actores incluidos (estados, regiones, empresas, organizaciones de la sociedad civil, intelectuales y académicos, medios, etc.) este modelo de participación? 

Respecto de la “sociedad civil”, ¿tendrá China el ´know how´ cómo para poder comunicarse y cooperar en acciones conjuntas?  ¿Serán los disidentes finalmente cooptados por grupos terroristas, como alerta en varias oportunidades Wang?

Wang nos recuerda que la política exterior china es la extensión de la política doméstica y que la diplomacia debe servir a ésta.  Replicará, entonces, la iniciativa el modelo político chino dominante o  habrá lugar para otros experimentos políticos? ¿Cómo se resolverán las tensiones entre control, restricciones y apertura?

¿Cómo entender las afirmaciones de Xi sobre los “aprendizajes mutuos”, cuando china lleva el sueño chino al mundo? Difícilmente haya aprendizajes mutuos si no hay voluntad de renuncias y sufrimientos, como sostiene Metzger en relación a todo tipo de intercambio cultural. No hay, hay que insistir en esto, intercambios técnicos y prácticos neutros. Todos ellos requieren disposición para el cambio, en algún sentido,  dejar de ser lo que somos. ¿Estarán todos los protagonistas de la iniciativa dispuestos a ello? 

Para Wang la construcción de este nuevo poder debe estar guiada y legitimada por la ética de la virtud, un ideal ético central de la tradición confuciana. Pero lejos está la regla de la virtud de constituir una característica del ethos de occidente.   El mundo moderno occidental está constituido por una pluralidad de valores que requiere cada vez más de procedimientos formales para dirimir los conflictos éticos y está muy lejos de comprender la política bajo el modelo de la familia y de suponer que la moralidad interna produce poder exterior.

Sin duda que uno de esos procedimientos es la regla de la ley, aunque no el único, ya que hay otros específicamente morales.  Con este tipo de problemas se enfrentará recurrentemente la Iniciativa y deberá allí dirimir el conflicto regla de la ley/regla de la virtud y valores vs. reglas y procedimientos morales. Por no mencionar la espinosa cuestión de los derechos humanos.

Otra de las cuestiones sobre las que Wang presta especial atención es la necesidad de revertir la imagen de China como amenaza, siendo ésta uno de los objetivos de la Iniciativa. La Iniciativa se propone revertir las distorsiones de la percepción de China por parte del mundo no chino, las imágenes negativas de China y la  idea misma de China como amenaza.

En este sentido, la Iniciativa es a la vez herramienta y objetivo, ya que  solamente estos prejuicios se disiparán mediante el diálogo, el conocimiento mutuo  y las acciones mancomunadas.

Hay causas endógenas y exógenas de estas distorsiones. Por un lado, Wang destaca las dificultades que tiene China para comunicar lo que ella es y  sus logros, y adjudica estas dificultades a cierta pasividad china en el mundo doméstico que debería revertirse en compromisos activos en las cuestiones internacionales. Por el otro, la cultura–según los chinos- es difícilmente entendible por los extranjeros y esto es en parte causa de su mala imagen.  Otra vez el excepcionalismo.

Ahora bien, los prejuicios etnocéntricos no son patrimonio de algunos pueblos  sino un rasgo  compartido tanto por “occidentales” y “orientales”.  Por ello, el primer paso para desandar ese camino es la reconstrucción crítica de las relaciones.  En este sentido, el encuentro abierto con los otros alienta a esperar que la iniciativa de la Franja y la Ruta deconstruya la rigidez y antagonismo de “Oriente” y “Occidente” como bloques antagónicos que solo sirven para reforzar prejuicios y alimentar anacronismos y  visiones ahistóricas de la realidad.  

La Iniciativa solamente podrá ser exitosa y contribuir a  realizar el “sueño global” si se trata de una construcción común y cooperativa de todos los participantes, sin exclusiones,  y no solamente una extensión de un proyecto civilizatorio nuevo, por más sabio y benefactor que sea. De la capacidad de resolver estas cuestiones dependerá  la verdad y el sentido de “todos bajo el cielo”. 


Referencias


Davies, Gloria (2007), Worrying about China. The language of  Chinese critical inquiry, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts,   & London, England.

Metzger, Thomas (2012), The Ivory tower and the marble citadel. Essays on Political Philosophy in our Modern Era of Interacting Cultures, The Chinese University Press, Hong Kong.

Wang, Yiwei (2018),  The Belt and road Initiave. What will choina offer thje world in its rise, New world Press,

 

 

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