Reseña de The Search for Deliberative Democracy in China

*Biblioteca Principal de la Universidad de Beijing


Ethan Lieb and Baogan He (editors), The Search for Deliberative Democracy in China, 2010, New York, Palgrave Macmillan

 por María Cristina Reigadas*

 *Originalmente publicado en: https://www.icala.org.ar/erasmus/Archivo/2016/2016-2/erasmus-18-2-2016-06-Rese%C3%B1as.pdf

 

Los cambios de escala y la aceleración de la velocidad de los cambios producidos en China, sumados a su extensión territorial, a su magnitud demográfica, su carácter de primera potencia económica mundial y su protagonismo y/o eventual rol hegemónico en el escenario internacional hacen que la cuestión de la democracia en China tenga un interés e impacto que exceden en mucho su propio ámbito nacional y el de los estudios de área. Al punto que puede suponerse que la pregunta por la democracia en China está indisolublemente ligada a la cuestión de la democracia global1 y que quizás haya más lugar para la experimentación política en China que en países con sistemas constitucionales establecidos desde hace mucho tiempo, como sostiene el filósofo político Daniel A. Bell en el libro que aquí comentamos. (Bell, 2006: 156)

Por cierto que este supuesto no deja de ser inquietante para la mainstream del pensamiento occidental, dado que, por una parte, China es un país oriental, hasta  hace  poco  considerado  emergente  y,  en  principio,  no  democrático.

¿Cómo y a partir de qué podría China contribuir a repensar la democracia global? Por otra parte, la democracia (y no sólo la representativa) está hoy en crisis a escala global, aún cuando no se cuestione su principio ni su legitimidad como forma de gobierno. Los bajos rendimientos de la democracia a nivel mundial, motivados por la impotencia de la política y de lo político frente al poder de las corporaciones económicas, por la impericia, la corrupción y los


 

escándalos de todo tipo, han acrecentado la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones que los representan y generado movimientos de protesta generalizados en todo el mundo.

En este contexto problemático, la experiencia china en distintas prácticas deliberativas (audiencias, asambleas, consultas, foros y encuestas públicas, elecciones deliberativas y grupos focales, entre otras) constituye una importante contribución no sólo al giro deliberativo de la democracia contemporánea sino a la revisión de las teorías y prácticas democráticas contemporáneas en general. Lo que en principio podría parecer una desventaja bien puede convertirse en su contrario: la diversidad de tradiciones políticas chinas, su situación marginal respecto de la mainstream de la política occidental y, por sobre todo, el hecho de que la democracia no constituye el valor fundamental de la política china, posiblemente contribuyan a una mayor flexibilidad en el campo de la innovación política. De modo que China puede aportar una mirada distinta, más desprejuiciada y menos esquemática sobre la cuestión de la democracia a nivel local, nacional y global.

Por otra parte, y si bien a los ojos de la tradición occidental no dejan de sorprender oxímoron conceptuales tales como “autoritarismo deliberativo” o “deliberación confuciana”, ¿no se trata, acaso, de ejemplos de cuestionamiento del canon ortodoxo político, tan requerido, por otra parte, por los críticos del “eurologocentrismo”?

Cuando se está dispuesto a conversar con los diferentes, no cabe esperar ni coincidencias redundantes ni abismos insalvables, sino problemas parecidos y respuestas asombrosamente diferentes. Hay que aguzar entonces las condiciones del diálogo. El acuerdo (si es que se produce) es la etapa final de un camino largo y duro que incluye discrepar, confrontar, rechazar, tolerar, cambiar, intercambiar y, excepcionalmente, crear nuevos puntos de partida; y hacerlo con todos, ya que no debiera haber en el mismo voces privilegiadas. Ni Occidente tiene el monopolio del pensamiento filosófico ni de la democracia. (Todas las tradiciones son inventadas y el mito del origen no debiera garantizar derechos).

En este contexto problemático se inscribe The Search for Deliberative Democracy in China, editado respectivamente por Ethan J. Lieb y Baogang He, destacados académicos de la Universidad de San Francisco, California,


 

Estados Unidos y de Deakin University, en Australia. Originado en el “Congreso Internacional sobre Democracia Deliberativa e Instituciones Participativas y Deliberativas en China”, realizado en Hanzhou en 2004 y organizado por el mismo Baogang He y por Chen Shengyong, fue publicado por primera vez en 2006 y reeditado con actualizaciones en 2010.

El libro se divide en cuatro partes: en la primera, se discuten las teorías occidentales de democracia deliberativa (John Dryzek, James Fishkin y Geoffrey Stokes); en la segunda los aportes teóricos para la búsqueda de la democracia deliberativa en China (Shawn Rosenberg, Ethan Leib, Baogang He y Daniel A. Bell); en la tercera se abordan casos empíricos de instituciones deliberativas locales en China (Chen Shengyong, Baogang He, Qingshan Tan, Dong Xuebing y Shi Jinchuan, James Fishkin, Baogang He y Alice Siu, Xu Jilin) y en la cuarta se analizan dos espacios alternativos para la democracia deliberativa: la deliberación pública online (Min Jiang) y el ámbito legal (Jamie

P. Horsley).

Uno de los mayores intereses de este texto reside en el debate interdisciplinario e intercultural que promueve sobre el tema. Habitualmente, los debates sobre democracia se despliegan en zonas geoculturales, disciplinarias y en marcos conceptuales y epistemológicos fuertemente determinados y ajenos entre sí. La creciente especialización requerida por las urgencias de la carrera profesional, entre otros motivos, ha dificultado el diálogo no sólo entre “Occidente” y “Oriente”, sino que en el interior mismo del espacio cultural occidental se han constituido mundos ajenos, prácticamente inabordables entre sí, tales como el de la filosofía “continental” y el de la “analítica”. Éstas que, por un lado, disputan entre sí la hegemonía filosófica, por el otro arrinconan a las expresiones filosóficas no occidentales en los estudios de “área”, meros campos de aplicación de las teorías por ellas producidas.

Establecer puentes y superar el aislamiento mutuo de chinos y occidentales respecto de sus respectivas prácticas deliberativas y de sus desarrollos teóricos es el objetivo central de esta obra. De no menor importancia es dar a conocer en inglés la bibliografía existente, ya que la carencia de traducciones (a éste y a otros idiomas) no sólo ha sido y es un obstáculo de primer grado en el desarrollo del diálogo intercultural y de la generación de espacios internacionales de discusión, sino que este desconocimiento  ha consolidado


 

las noticias que destacan los fracasos chinos en proveer a sus ciudadanos derechos, libertad de expresión, aire limpio, etcétera, antes que sus logros políticos.

Para ello, la obra discute el modo en que las diferentes versiones de la democracia deliberativa pueden contribuir a la profundización del proyecto democrático, especialmente cuando las promesas de la democracia liberal no se cumplen. Reflexionar sobre la aplicación de este modelo en China no sólo ofrece la oportunidad de conocer la política china contemporánea, sino que contribuye también al desarrollo de la teoría y las prácticas de la democracia deliberativa tanto en China como en Occidente.

La búsqueda de la democracia deliberativa china es, entonces, la búsqueda de la democracia deliberativa según las respectivas historias, prácticas y contextos. Una búsqueda de la cual habrá beneficios mutuos: el caso chino puede desafiar y refinar las teorías deliberativas occidentales y éstas, a su vez, pueden utilizarse para analizar y guiar las prácticas de gobernanza china. En suma, este es un importante paso en la todavía novedosa y prácticamente inexistente construcción del campo del pensamiento político comparado y en la superación práctica y efectiva del eurocentrismo y de la división internacional del trabajo intelectual.

La tesis central que vertebra la obra es la ampliación de la comprensión de la democratización en China, habitualmente subestimada por la supremacía del enfoque minimalista y agregativo de la democracia liberal orientado a destacar las cuestiones de voto y las elecciones en zonas rurales y en pequeñas localidades urbanas. Por el contrario, el acento en la participación deliberativa permite sostener como idea fuerza que los procesos de democratización no necesitan empezar con las elecciones y pueden legítimamente mediante aquélla evolucionar hacia formas de gobernanza democrática.

El énfasis en las contribuciones chinas al desarrollo de la democracia deliberativa no significa ausencia de espíritu crítico. En los diferentes capítulos se analizan casos, se efectúan propuestas y se muestran las limitaciones tanto de las experiencias deliberativas en China (en muchos casos debido a su elitismo) como de los presupuestos culturales de la teoría deliberativa occidental. La obra no elude las cuestiones teóricas de fondo que hacen al desarrollo de la teoría democrática, entre ellas, la relación entre democracia


 

liberal y deliberativa, entre participación y deliberación, y entre democracia y deliberación. Respecto a la primera cuestión, surge la inevitable pregunta de si es posible la deliberación democrática sin estado de derecho, sin derechos civiles y con voto reducido a las pequeñas localidades y no a escala nacional. Mientras algunos de los autores subrayan la complementariedad entre la democracia liberal y la deliberativa, otros, como John F. Dryzek (2006) ven a ésta como una alternativa a la democracia liberal más que como un suplemento. En su contribución, Dryzek urge al empoderamiento de la  sociedad civil más allá de las instituciones deliberativas existentes y subraya que la búsqueda de la democracia deliberativa puede ser perseguida de diferentes formas en diferentes lugares.

Respecto a la segunda, a la relación entre participación y deliberación, surgen varios interrogantes: ¿en qué estadio está hoy China al respecto? ¿Se deberá promover primero la participación popular y luego la deliberación? ¿O ambas a la vez? ¿Será, como sostienen algunos, entre ellos Wang Hui, el miedo a los desbordes de la “revolución cultural” lo que disminuye la participación y fomenta la deliberación de los pocos? ¿Debería promoverse la deliberación elitista o populista? Sin duda, esta última discusión constituye uno de los temas centrales de esta obra en la cual los distintos autores, siguiendo a Leib, toman partido por el populismo, que enfatiza que la deliberación debería traducir el poder comunicativo en poder estatal mediante procesos que involucren a los afectados y que permanezcan abiertos a todos los que tengan la oportunidad de influir en la toma de decisiones. En su contribución, Leib (2006, cap. 5) propone una institución radical “La Rama Popular”, en la cual los ciudadanos debaten y deliberan sobre asuntos políticos, una institución que se agrega a las existentes y que utilizaría la deliberación popular para producir nuevos balances de poder en relación a las otras ramas tradicionales del poder político convencional, y que tendría la facultad de poner en vigencia las leyes. Todos estos problemas, sin embargo, reconocen los editores, deben ser objeto de una mejor y más profunda investigación.2

En cuanto a la tercera cuestión, lejos está de sostenerse que toda experiencia deliberativa y participativa es democrática y/o que todo país con instituciones deliberativas es una “democracia deliberativa”. Al respecto, Baogang He (2006a, 2006b) desarrolla un modelo de “autoritarismo


 

deliberativo”, distinto de la democracia deliberativa occidental, que puede conducir tanto a un proceso democratizador como a un reforzamiento autoritario. No se trata, por cierto, de asumir el autoritarismo como un ideal, sino como el punto de partida incontestable de la realidad política china. Pero  el autoritarismo deliberativo puede constituir una forma de gobernanza distinto del autoritarismo burocrático, que incluya la lógica de la transformación democrática y que conduzca a la democratización. Al respecto, He considera que la falta de un Estado de Derecho bien establecido posibilita la flexibilidad de experimentos políticos a escala local, y recuerda que el término “democracia deliberativa” fue autorizado por el 18° Congreso de l Partido Comunista Chino.

Si bien He sostiene que la democracia deliberativa no es un complemento de la democracia liberal, sino una verdadera alternativa a ella, no deja de reconocer que esto no significa prescindir de las elecciones. Al respecto, otros autores3 han mostrado en sus trabajos de campo que muchos de los experimentos deliberativos locales requieren y fortalecen los mecanismos electorales y esto tiene que ser entendido en el sentido de que China desafía la dicotomía democracia representativa/deliberativa (He, 2015), y que hay otro tipo de representaciones no políticas, como por ejemplo, la estadística, la familiar, la opinión pública recogida mediante visitas al vecindario y representaciones proxy, por medio de firmas, encuestas y peticiones que constituyen tantas otras formas de representación utilizadas en los procedimientos deliberativos.

En otros textos más recientes, He desarrolla más ampliamente su modelo político híbrido, compuesto por un 30% de la opinión pública y expertos cada uno, y un 40% correspondiente al gobierno, una mezcla de voto, negociación, presencia social, autoridad tradicional, gobierno local, persuasión comunitaria y deliberación, basada en consideraciones prácticas y prudentes, una metodología del término medio y una filosofía pragmática, muy lejana a los modelos populistas y a las apelaciones a la soberanía popular, inadecuadas, según He, para un mundo globalizado. Este modelo híbrido tiene raíces confucianas y debe ser diferenciado de la democracia deliberativa occidental, dado que su objetivo no es el empoderamiento del pueblo, sino el “buen gobierno”, un sistema consultivo bajo el liderazgo del Partido que busca la efectividad, dado que, finalmente, es el gobierno quien decide. (He, 2014) Para


 

este modelo, aun cuando la deliberación es buena, debe evitarse su exceso. Pero a pesar de su fuerte defensa de este modelo de deliberación autoritaria confuciana, un verdadero y auténtico producto chino, He tiene que conceder los beneficios de la deliberación democrática debido a su predicamento legal y moral universal. No hay que olvidar que el pensamiento político chino se ha desarrollado siempre en el espacio existente entre el sentido de la propia singularidad (democracia con características chinas) y las aspiraciones universalistas de la armonía de “todo bajo el cielo”.

Ahora bien, la aplicación de la democracia deliberativa en China debe tener en cuenta también la diversidad y mezcla de tradiciones, entre ellas, el confucianismo, el liberalismo y el marxismo, hoy todas ellas en el contexto del individualismo de una economía de mercado. Estas tradiciones no sólo acompañan las aspiraciones de la democracia deliberativa, sino que constituyen auténticos y poderosos recursos locales e históricos para su desarrollo e implementación. De estas tradiciones intersectadas se pueden desarrollar “mejores prácticas” de consulta y deliberación. Es Chen Shengyong (2006) quien se encarga de destacar estos recursos nativos de deliberación política en China, entre ellos, la idea de armonía y corrección moral confuciana y de “la gente primero”, ésta última distinta, por cierto, de la idea de soberanía popular, y que reside, básicamente, en que el gobernante debe estar familiarizado con la opinión pública y aceptar críticas y sugerencias. Chen muestra los antecedentes históricos de deliberación en el periodo de la Primavera y Otoño y de los Estados Guerreros, en cuyo periodo del 481 al 221 a.C., se desarrollaron el taoísmo, el confucianismo, el legalismo, el mohismo y el pensamiento sofista, las escuelas más importantes del pensamiento chino que se disputaban la supremacía intelectual, y cuando se crea la Escuela Jixia, un centro de diversidad cultural, en el cual los intelectuales deliberaban sobre política mundial y administración nacional, aunque no fueran funcionarios.

En respuesta a las dificultades del autoritarismo deliberativo y a las de una deliberación circunscripta a escala local, como la propuesta por He, Daniel A. Bell, un destacado teórico político de la Universidad de Tsinghua, propone, en “Democracia deliberativa con características chinas: un comentario a la investigación de Baogang He”, ampliar las bases de la deliberación a escala nacional, mediante mecanismos electorales de selección para los cargos más


 

altos de decisión y siguiendo los criterios confucianos que enfatizan la calidad de los gobernantes y el consenso. La cuestión de la integración de dichos cuerpos deliberativos mediante la selección azarosa de ciudadanos comunes es otra de las cuestiones debatidas por John S. Dryzeck y Ethan J. Leib, y respecto de la cual Bell expone sus reparos, proponiendo una solución meritocrática, acorde con el espíritu confuciano. En “La Casa de la Virtud y el Talento”, las élites representativas deberían pasar exámenes de filosofía, literatura, ciencia, economía y política, y deliberarían a favor del pueblo sin estar compelidas por los intereses de corto plazo de los organismos políticos. Según Bell, la regla meritocrática no es necesariamente autoritaria ni sería incompatible con un “mínimo democrático”, más aún, ambas reglas, la del mérito y la de la mayoría, pueden compatibilizarse. En cualquier caso, coincide con He en que se trata de buscar formas deliberativas de democracia apropiadas al contexto chino y de desarrollar nuevas e innovativas formas de deliberación.

Por último, y a fin de poner esta obra en perspectiva, hay que señalar que la democracia deliberativa, con todo su predicamento, no es la única teoría democrática existente en el debate político e intelectual chino. Las teorías de la transición y el gradualismo democrático (vinculadas al liberalismo), la teoría crítica y la nueva izquierda (vinculadas al marxismo), y el nuevo neoconfucianismo (entrelazado con las teorías comunitaristas y deliberativas), constituyen poderosos competidores de los partidarios de la deliberación. Esta competencia, sin embargo, dista de ser excluyente, como hemos visto en los casos de Baogang He y de Daniel A. Bell. Tampoco hay que olvidar que el debate sobre democracia en China se origina a fines del siglo XIX, se extiende durante la primera mitad del siglo XX y renace en los 80, a raíz de la introducción de los debates occidentales entre liberales, comunitaristas y teóricos críticos, en particular bajo la influencia de Habermas y Rawls. La cuestión de la democracia no es nueva ni un producto del eurocentrismo occidental en China

Finalmente, la creciente importancia de la democracia deliberativa en China debe ser vista tanto como una respuesta a las restricciones del voto como un serio esfuerzo por ampliar su comprensión. He Baogang, editor de este libro conjuntamente con Ethan Leib, uno de los más destacados representantes del


 

giro deliberativo en China, y a cargo de un vasto y sostenido trabajo de campo en aldeas y pequeñas localidades y de programas de capacitación para funcionarios chinos, ha dicho que China es el más grande laboratorio deliberativo del mundo y que las prácticas chinas deliberativas se han desarrollado con independencia de los modelos occidentales. Más aún, añade He, los occidentales deberían aprender de la deliberación china, que tiene 2000 años de práctica, mientras que las teorías deliberativas occidentales, aunque más sofisticadas, empezaron solamente hace 30.

De cumplirse el proverbio chino, la crisis de la democracia nos augura vivir tiempos interesantes. El diálogo recién comienza y promete ser desafiante, intenso y enriquecedor.

 

 

Notas

 

 

1. Como afirman, entre otros, Berggruen y Gardels (2013: 42), “el dramático crecimiento económico de China en las dos últimas décadas del siglo XX y la perspectiva de su emergencia como un gran poder en el siglo XXI, ha aumentado notablemente su peso e importancia en los asuntos mundiales. En consecuencia, el progreso, o la falta del mismo, en la transición de China hacia la democracia se ha convertido en un asunto central para la comunidad internacional” (al respecto también Zhao, 2000; Hui, 2009). Los autores también sostienen que la democracia occidental no tiene mayor capacidad de corregirse a sí misma que el sistema chino.

2.   Estos problemas no son exclusivos de China; las sociedades de la mayoría de los países (reconocidamente) democráticos contemporáneos protagonizan cambios culturales y comunicacionales significativos que se traducen en formas combinadas, viejas y nuevas de participación popular, generalmente de corte expresivo y de baja traductibilidad en cambios políticos concretos (protestas callejeras, indignados en las redes sociales, etcétera) y bajos niveles de deliberación.

3.   Ver Deyong and Wang (2014), cuyas encuestas concluyen que las elecciones directas son más importantes que los procedimientos consultivos en el mejoramiento de la confianza en el gobierno, cuya importancia es un elemento fundamental de la democracia.

 

Referencias

 

 

Bell, D. A., “Deliberative Democracy with Chinese Characteristics: a Comment on Baogang´s He Research” (Democracia deliberativa con características


 

chinas: un comentario sobre la investigación de Baogang He”), en Leib, E. J. and He, B., The Search for Deliberative Democracy in China

Berggruen, N. y Gardels, N. (2013), Gobernanza Inteligente para el siglo XX,

Buenos Aires: Taurus

Deyong, M. and Wang, Z. (2014), “Governance Innovations and Citizen Trust in local Government: Electoral Impacts in China´s Townships”, Japanese Journal of Political Science, Vol. 15, Issue 03, set.

Dryzek, F. (2006), “Deliberative Democracy in Different Places” (“Democracia Deliberativa en diferentes lugares”), en Leib, E. J. and He, B., The Search for Deliberative Democracy in China (las traducciones me pertenecen)

He, B. (2006a), “Western Theories of Deliberative Democracy and the Chinese Practice of Complex Deliberative Governance” (“Teorías occidentales de la democracia deliberativa y la práctica china de la gobernanza deliberativa compleja”), en Leib, E. J. and He, B., The Search for Deliberative Democracy in China, cap. 6

He, B. (2006b), “Participatory and Deliberative Institutions in China” (“Instituciones participativas y deliberativas en China”), en Leib, Ethan J. and He, B., The Search for Deliberative Democracy in China, cap. 9

He, B. (2015), “Reconciling deliberation and representation: Chinese challenges to deliberative democracy”, in Representation, 51:1, 35-50

He, B. (2014), “Deliberative culture & Politics: the persistance of authoritarian deliberation in China”, Political theory, Vol. 42, 58-81, Sage Publishers

Leib, E., “Pragmatism in Designing Popular Deliberative Institutions in the United States and China” (“Pragmatismo en el diseño de instituciones populares deliberativas en los Estados Unidos y en China”), en Leib, E. J. and He, B., The Search for Deliberative Democracy in China

Leib, E. J. and He (eds.) (2006), The Search for Deliberative Democracy in China, New York : Palgrave Macmillan

Shengyong, Ch. (2006), “The Native Resources of Deliberative Politics in China” (“Los recursosnativos de la deliberación política en China”), en Leib,

E. J. and He, B., The Search for Deliberative Democracy in China, cap. 8 Zhao, S. (2000), China and Democracy: Reconsidering the Prospects for a

Democratic China, London-New York: Routledge

Hui, W. (2009), The End of Revolution. China and the Limits of Modernity, London-New York: Verso


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