Reseña de The Search for Deliberative Democracy in China
*Biblioteca Principal de la Universidad de Beijing
Ethan Lieb and Baogan He
(editors), The Search for Deliberative
Democracy in China, 2010, New York, Palgrave Macmillan
por María Cristina Reigadas*
Los cambios de escala y
la aceleración de la velocidad de los cambios producidos en China, sumados a su
extensión territorial, a su magnitud demográfica, su carácter de primera
potencia económica mundial y su protagonismo y/o eventual rol hegemónico en el escenario
internacional hacen que la cuestión de la democracia en China tenga un interés
e impacto que exceden en mucho su propio ámbito nacional y el de los estudios
de área. Al punto que puede suponerse que la pregunta
por la democracia en China está indisolublemente ligada a la cuestión de la
democracia global1 y que quizás haya más lugar para la
experimentación política en China que en países con sistemas constitucionales
establecidos desde hace mucho tiempo, como sostiene el filósofo político Daniel
A. Bell en el libro que aquí comentamos. (Bell, 2006: 156)
Por cierto que este supuesto no deja de ser inquietante
para la mainstream del pensamiento
occidental, dado que, por una parte, China es un país oriental, hasta hace poco
considerado
emergente
y,
en
principio,
no
democrático.
¿Cómo y a partir de qué podría China contribuir a repensar la
democracia global? Por otra parte, la democracia (y no sólo la representativa)
está hoy en crisis a escala global, aún cuando no se cuestione su principio ni su
legitimidad como forma de gobierno. Los bajos rendimientos de la democracia a
nivel mundial, motivados por la impotencia de la política y de lo político
frente al poder de las corporaciones económicas, por la impericia, la corrupción y los
escándalos de todo tipo, han acrecentado la desconfianza de los
ciudadanos hacia las instituciones que los representan y generado movimientos
de protesta generalizados en todo el mundo.
En este contexto problemático, la experiencia china en
distintas prácticas deliberativas (audiencias, asambleas, consultas, foros y
encuestas públicas, elecciones deliberativas y grupos focales, entre otras)
constituye una importante contribución no sólo al giro deliberativo de la
democracia contemporánea sino a la revisión de las teorías y prácticas
democráticas contemporáneas en general. Lo que en principio podría parecer una
desventaja bien puede convertirse en su contrario: la diversidad de tradiciones
políticas chinas, su situación marginal respecto de la mainstream de la política occidental y, por sobre todo, el hecho de
que la democracia no constituye el valor fundamental de la política china,
posiblemente contribuyan a una mayor flexibilidad en el campo de la innovación
política. De modo que China puede aportar una mirada distinta, más
desprejuiciada y menos esquemática sobre la cuestión de la democracia a nivel
local, nacional y global.
Por otra parte, y si bien a los ojos de la tradición
occidental no dejan de sorprender oxímoron
conceptuales tales como “autoritarismo deliberativo” o “deliberación
confuciana”, ¿no se trata, acaso, de ejemplos de cuestionamiento del canon
ortodoxo político, tan requerido, por otra parte, por los críticos del
“eurologocentrismo”?
Cuando se está dispuesto a conversar con los diferentes,
no cabe esperar ni coincidencias redundantes ni abismos insalvables, sino
problemas parecidos y respuestas asombrosamente diferentes. Hay que aguzar
entonces las condiciones del diálogo. El acuerdo (si es que se produce) es la
etapa final de un camino largo y duro que incluye discrepar, confrontar,
rechazar, tolerar, cambiar, intercambiar y, excepcionalmente, crear nuevos puntos
de partida; y hacerlo con todos, ya que no debiera haber en el mismo voces
privilegiadas. Ni Occidente tiene el monopolio del pensamiento filosófico ni de
la democracia. (Todas las tradiciones son inventadas y el mito del origen no
debiera garantizar derechos).
En este contexto problemático se inscribe The Search for Deliberative Democracy in
China, editado respectivamente por Ethan J. Lieb y Baogang He, destacados
académicos de la Universidad de San Francisco, California,
Estados Unidos y de Deakin University, en Australia. Originado en el
“Congreso Internacional sobre Democracia Deliberativa e Instituciones
Participativas y Deliberativas en China”, realizado en Hanzhou en 2004 y
organizado por el mismo Baogang He y por Chen Shengyong, fue publicado por
primera vez en 2006 y reeditado con actualizaciones en 2010.
El libro se divide en cuatro partes: en la primera, se
discuten las teorías occidentales de democracia deliberativa (John Dryzek,
James Fishkin y Geoffrey Stokes); en la segunda los aportes teóricos para la
búsqueda de la democracia deliberativa en China (Shawn Rosenberg, Ethan Leib,
Baogang He y Daniel A. Bell); en la tercera se abordan casos empíricos de
instituciones deliberativas locales en China (Chen Shengyong, Baogang He,
Qingshan Tan, Dong Xuebing y Shi Jinchuan, James Fishkin, Baogang He y Alice Siu,
Xu Jilin) y en la cuarta se analizan dos espacios alternativos para la
democracia deliberativa: la deliberación pública online (Min Jiang) y el ámbito
legal (Jamie
P. Horsley).
Uno de los mayores intereses de este texto reside en el
debate interdisciplinario e intercultural que promueve sobre el tema.
Habitualmente, los debates sobre democracia se despliegan en zonas
geoculturales, disciplinarias y en marcos conceptuales y epistemológicos
fuertemente determinados y ajenos entre sí. La creciente especialización
requerida por las urgencias de la carrera profesional, entre otros motivos, ha
dificultado el diálogo no sólo entre “Occidente” y “Oriente”, sino que en el
interior mismo del espacio cultural occidental se han constituido mundos
ajenos, prácticamente inabordables entre sí, tales como el de la filosofía
“continental” y el de la “analítica”. Éstas que, por un lado, disputan entre sí
la hegemonía filosófica, por el otro arrinconan a las expresiones filosóficas
no occidentales en los estudios de “área”, meros campos de aplicación de las
teorías por ellas producidas.
Establecer puentes y superar el aislamiento mutuo de
chinos y occidentales respecto de sus respectivas prácticas deliberativas y de
sus desarrollos teóricos es el objetivo central de esta obra. De no menor
importancia es dar a conocer en inglés la bibliografía existente, ya que la
carencia de traducciones (a éste y a otros idiomas) no sólo ha sido y es un
obstáculo de primer grado en el desarrollo del diálogo intercultural y de la
generación de espacios internacionales de discusión, sino que este desconocimiento ha consolidado
las noticias que destacan los fracasos chinos en proveer a sus
ciudadanos derechos, libertad de expresión, aire limpio, etcétera, antes que
sus logros políticos.
Para ello, la obra discute el modo en que las diferentes
versiones de la democracia deliberativa pueden contribuir a la profundización
del proyecto democrático, especialmente cuando las promesas de la democracia
liberal no se cumplen. Reflexionar sobre la aplicación de este modelo en China
no sólo ofrece la oportunidad de conocer la política china contemporánea, sino
que contribuye también al desarrollo de la teoría y las prácticas de la
democracia deliberativa tanto en China como en Occidente.
La búsqueda de la democracia deliberativa china es,
entonces, la búsqueda de la democracia deliberativa según las respectivas
historias, prácticas y contextos. Una búsqueda de la cual habrá beneficios
mutuos: el caso chino puede desafiar y refinar las teorías deliberativas
occidentales y éstas, a su vez, pueden utilizarse para analizar y guiar las
prácticas de gobernanza china. En suma, este es un importante paso en la
todavía novedosa y prácticamente inexistente construcción del campo del
pensamiento político comparado y en la superación práctica y efectiva del
eurocentrismo y de la división internacional del trabajo intelectual.
La tesis central que vertebra la obra es la ampliación
de la comprensión de la democratización en China, habitualmente subestimada por
la supremacía del enfoque minimalista y agregativo de la democracia liberal
orientado a destacar las cuestiones de voto y las elecciones en zonas rurales y
en pequeñas localidades urbanas. Por el contrario, el acento en la
participación deliberativa permite sostener como idea fuerza que los procesos
de democratización no necesitan empezar con las elecciones y pueden
legítimamente mediante aquélla evolucionar hacia formas de gobernanza democrática.
El énfasis en las contribuciones chinas al desarrollo de
la democracia deliberativa no significa ausencia de espíritu crítico. En los
diferentes capítulos se analizan casos, se efectúan propuestas y se muestran
las limitaciones tanto de las experiencias deliberativas en China (en muchos
casos debido a su elitismo) como de los presupuestos culturales de la teoría
deliberativa occidental. La obra no elude las cuestiones teóricas de fondo que
hacen al desarrollo de la teoría democrática, entre ellas, la relación entre
democracia
liberal y deliberativa, entre participación y deliberación, y entre
democracia y deliberación. Respecto a la primera cuestión, surge la inevitable
pregunta de si es posible la deliberación democrática sin estado de derecho,
sin derechos civiles y con voto reducido a las pequeñas localidades y no a
escala nacional. Mientras algunos de los autores subrayan la complementariedad
entre la democracia liberal y la deliberativa, otros, como John F. Dryzek
(2006) ven a ésta como una alternativa a la democracia liberal más que como un
suplemento. En su contribución, Dryzek urge al empoderamiento de la sociedad civil más allá de las instituciones
deliberativas existentes y subraya que la búsqueda de la democracia
deliberativa puede ser perseguida de diferentes formas en diferentes lugares.
Respecto a la segunda, a la relación entre participación
y deliberación, surgen varios interrogantes: ¿en qué estadio está hoy China al
respecto? ¿Se deberá promover primero la participación popular y luego la
deliberación? ¿O ambas a la vez? ¿Será, como sostienen algunos, entre ellos
Wang Hui, el miedo a los desbordes de la “revolución cultural” lo que disminuye
la participación y fomenta la deliberación de los pocos? ¿Debería promoverse la
deliberación elitista o populista? Sin duda, esta última discusión constituye
uno de los temas centrales de esta obra en la cual los distintos autores,
siguiendo a Leib, toman partido por el populismo, que enfatiza que la
deliberación debería traducir el poder comunicativo en poder estatal mediante
procesos que involucren a los afectados y que permanezcan abiertos a todos los
que tengan la oportunidad de influir en la toma de decisiones. En su
contribución, Leib (2006, cap. 5) propone una institución radical “La Rama
Popular”, en la cual los ciudadanos debaten y deliberan sobre asuntos
políticos, una institución que se agrega a las existentes y que utilizaría la
deliberación popular para producir nuevos balances de poder en relación a las
otras ramas tradicionales del poder político convencional, y que tendría la
facultad de poner en vigencia las leyes. Todos estos problemas, sin embargo,
reconocen los editores, deben ser objeto de una mejor y más profunda
investigación.2
En cuanto a la tercera cuestión, lejos está de
sostenerse que toda experiencia deliberativa y participativa es democrática y/o
que todo país con instituciones deliberativas es una “democracia deliberativa”.
Al respecto, Baogang He (2006a, 2006b) desarrolla un modelo de “autoritarismo
deliberativo”, distinto de la democracia deliberativa occidental,
que puede conducir tanto a un proceso democratizador como a un reforzamiento
autoritario. No se trata, por cierto, de asumir el autoritarismo como un ideal,
sino como el punto de partida incontestable de la realidad política china.
Pero el autoritarismo deliberativo puede
constituir una forma de gobernanza distinto del autoritarismo burocrático, que
incluya la lógica de la transformación democrática y que conduzca a la
democratización. Al respecto, He considera que la falta de un Estado de Derecho
bien establecido posibilita la flexibilidad de experimentos políticos a escala
local, y recuerda que el término “democracia deliberativa” fue autorizado
por el 18° Congreso de l Partido
Comunista Chino.
Si bien He sostiene que la democracia deliberativa no es
un complemento de la democracia liberal, sino una verdadera alternativa a ella,
no deja de reconocer que esto no significa prescindir de las elecciones. Al
respecto, otros autores3 han mostrado en sus trabajos de campo que
muchos de los experimentos deliberativos locales requieren y fortalecen los
mecanismos electorales y esto tiene que ser entendido en el sentido de que
China desafía la dicotomía democracia representativa/deliberativa (He, 2015), y
que hay otro tipo de representaciones no políticas, como por ejemplo, la
estadística, la familiar, la opinión pública recogida mediante visitas al
vecindario y representaciones proxy,
por medio de firmas, encuestas y peticiones que constituyen tantas otras formas
de representación utilizadas en los procedimientos deliberativos.
En otros textos más recientes, He desarrolla más
ampliamente su modelo político híbrido, compuesto por un 30% de la opinión
pública y expertos cada uno, y un 40% correspondiente al gobierno, una mezcla
de voto, negociación, presencia social, autoridad tradicional, gobierno local,
persuasión comunitaria y deliberación, basada en consideraciones prácticas y
prudentes, una metodología del término medio y una filosofía pragmática, muy lejana
a los modelos populistas y a las apelaciones a la soberanía popular,
inadecuadas, según He, para un mundo globalizado. Este modelo híbrido tiene
raíces confucianas y debe ser diferenciado de la democracia deliberativa
occidental, dado que su objetivo no es el empoderamiento del pueblo, sino el
“buen gobierno”, un sistema consultivo bajo el liderazgo del Partido que busca
la efectividad, dado que, finalmente, es el gobierno quien decide. (He, 2014)
Para
este modelo, aun cuando la deliberación es buena, debe evitarse su
exceso. Pero a pesar de su fuerte defensa de este modelo de deliberación
autoritaria confuciana, un verdadero y auténtico producto chino, He tiene que
conceder los beneficios de la deliberación democrática debido a su predicamento
legal y moral universal. No hay que olvidar que el pensamiento político chino
se ha desarrollado siempre en el espacio existente entre el sentido de la
propia singularidad (democracia con características chinas) y las aspiraciones
universalistas de la armonía de “todo bajo el cielo”.
Ahora bien, la aplicación de la democracia deliberativa
en China debe tener en cuenta también la diversidad y mezcla de tradiciones,
entre ellas, el confucianismo, el liberalismo y el marxismo, hoy todas ellas en
el contexto del individualismo de una economía de mercado. Estas tradiciones no
sólo acompañan las aspiraciones de la democracia deliberativa, sino que
constituyen auténticos y poderosos recursos locales e históricos para su
desarrollo e implementación. De estas tradiciones intersectadas se pueden
desarrollar “mejores prácticas” de consulta y deliberación. Es Chen Shengyong
(2006) quien se encarga de destacar estos recursos nativos de deliberación
política en China, entre ellos, la idea de armonía y corrección moral
confuciana y de “la gente primero”, ésta última distinta, por cierto, de la
idea de soberanía popular, y que reside, básicamente, en que el gobernante debe
estar familiarizado con la opinión pública y aceptar críticas y sugerencias.
Chen muestra los antecedentes históricos de deliberación en el periodo de la
Primavera y Otoño y de los Estados Guerreros, en cuyo periodo del 481 al 221
a.C., se desarrollaron el taoísmo, el confucianismo, el legalismo, el mohismo y
el pensamiento sofista, las escuelas más importantes del pensamiento chino que
se disputaban la supremacía intelectual, y cuando se crea la Escuela Jixia, un
centro de diversidad cultural, en el cual los intelectuales deliberaban sobre
política mundial y administración nacional, aunque no fueran funcionarios.
En respuesta a las dificultades del autoritarismo
deliberativo y a las de una deliberación circunscripta a escala local, como la
propuesta por He, Daniel A. Bell, un destacado teórico político de la
Universidad de Tsinghua, propone, en “Democracia deliberativa con
características chinas: un comentario a la investigación de Baogang He”,
ampliar las bases de la deliberación a escala nacional, mediante mecanismos
electorales de selección para los cargos más
altos de decisión y siguiendo los criterios confucianos que
enfatizan la calidad de los gobernantes y el consenso. La cuestión de la
integración de dichos cuerpos deliberativos mediante la selección azarosa de
ciudadanos comunes es otra de las cuestiones debatidas por John S. Dryzeck y
Ethan J. Leib, y respecto de la cual Bell expone sus reparos, proponiendo una
solución meritocrática, acorde con el espíritu confuciano. En “La Casa de la
Virtud y el Talento”, las élites representativas deberían pasar exámenes de
filosofía, literatura, ciencia, economía y política, y deliberarían a favor del
pueblo sin estar compelidas por los intereses de corto plazo de los organismos
políticos. Según Bell, la regla meritocrática no es necesariamente autoritaria
ni sería incompatible con un “mínimo democrático”, más aún, ambas reglas, la
del mérito y la de la mayoría, pueden compatibilizarse. En cualquier caso,
coincide con He en que se trata de buscar formas deliberativas de democracia
apropiadas al contexto chino y de desarrollar nuevas e innovativas formas de
deliberación.
Por último, y a fin de poner esta obra en perspectiva,
hay que señalar que la democracia deliberativa, con todo su predicamento, no es
la única teoría democrática existente en el debate político e intelectual
chino. Las teorías de la transición y el gradualismo democrático (vinculadas al
liberalismo), la teoría crítica y la nueva izquierda (vinculadas al marxismo),
y el nuevo neoconfucianismo (entrelazado con las teorías comunitaristas y
deliberativas), constituyen poderosos competidores de los partidarios de la
deliberación. Esta competencia, sin embargo, dista de ser excluyente, como
hemos visto en los casos de Baogang He y de Daniel A. Bell. Tampoco hay que
olvidar que el debate sobre democracia en China se origina a fines del siglo
XIX, se extiende durante la primera mitad del siglo XX y renace en los 80, a
raíz de la introducción de los debates occidentales entre liberales,
comunitaristas y teóricos críticos, en particular bajo la influencia de
Habermas y Rawls. La cuestión de la democracia no es nueva ni un producto del
eurocentrismo occidental en China
Finalmente, la creciente importancia de la democracia
deliberativa en China debe ser vista tanto como una respuesta a las
restricciones del voto como un serio esfuerzo por ampliar su comprensión. He
Baogang, editor de este libro conjuntamente con Ethan Leib, uno de los más
destacados representantes del
giro deliberativo en China, y a cargo de un vasto y sostenido
trabajo de campo en aldeas y pequeñas localidades y de programas de
capacitación para funcionarios chinos, ha dicho que China es el más grande
laboratorio deliberativo del mundo y que las prácticas chinas deliberativas se
han desarrollado con independencia de los modelos occidentales. Más aún, añade
He, los occidentales deberían aprender de la deliberación china, que tiene 2000
años de práctica, mientras que las teorías deliberativas occidentales, aunque
más sofisticadas, empezaron solamente hace 30.
De cumplirse el proverbio chino, la crisis de la
democracia nos augura vivir tiempos interesantes. El diálogo recién comienza y
promete ser desafiante, intenso y enriquecedor.
Notas
1. Como
afirman, entre otros, Berggruen y Gardels (2013: 42), “el dramático crecimiento
económico de China en las dos últimas décadas del siglo XX y la perspectiva de
su emergencia como un gran poder en el siglo XXI, ha aumentado notablemente su
peso e importancia en los asuntos mundiales. En consecuencia, el progreso, o la
falta del mismo, en la transición de China hacia la democracia se ha convertido
en un asunto central para la comunidad internacional” (al respecto también
Zhao, 2000; Hui, 2009). Los autores también sostienen que la democracia
occidental no tiene mayor capacidad de corregirse a sí misma que el sistema
chino.
2.
Estos problemas no son exclusivos
de China; las sociedades de la mayoría de los países (reconocidamente)
democráticos contemporáneos protagonizan cambios culturales y comunicacionales
significativos que se traducen en formas combinadas, viejas y nuevas de
participación popular, generalmente de corte expresivo y de baja
traductibilidad en cambios políticos concretos (protestas callejeras,
indignados en las redes sociales, etcétera) y bajos niveles de deliberación.
3.
Ver Deyong and Wang (2014), cuyas
encuestas concluyen que las elecciones directas son más importantes que los
procedimientos consultivos en el mejoramiento de la confianza en el gobierno,
cuya importancia es un elemento fundamental de la democracia.
Referencias
Bell, D. A., “Deliberative Democracy with
Chinese Characteristics: a Comment on Baogang´s He Research” (Democracia
deliberativa con características
chinas: un comentario sobre la investigación de Baogang He”),
en Leib, E. J. and He, B., The Search for
Deliberative Democracy in China
Berggruen, N. y
Gardels, N. (2013), Gobernanza
Inteligente para el siglo XX,
Buenos Aires:
Taurus
Deyong, M. and Wang, Z. (2014), “Governance Innovations and Citizen
Trust in local Government: Electoral Impacts in China´s Townships”, Japanese Journal of Political Science, Vol.
15, Issue 03, set.
Dryzek,
F. (2006), “Deliberative Democracy in Different Places” (“Democracia
Deliberativa en diferentes lugares”), en Leib, E. J. and He, B., The Search for Deliberative Democracy in
China (las traducciones me pertenecen)
He, B. (2006a), “Western Theories of Deliberative Democracy and the
Chinese Practice of Complex Deliberative Governance” (“Teorías occidentales de
la democracia deliberativa y la práctica china de la gobernanza deliberativa
compleja”), en Leib, E. J. and He, B., The
Search for Deliberative Democracy in China, cap. 6
He,
B. (2006b), “Participatory and Deliberative Institutions in China”
(“Instituciones participativas y deliberativas en China”), en Leib, Ethan J.
and He, B., The Search for Deliberative
Democracy in China, cap. 9
He, B. (2015), “Reconciling deliberation and
representation: Chinese challenges to deliberative democracy”, in Representation, 51:1, 35-50
He, B. (2014), “Deliberative culture & Politics: the
persistance of authoritarian deliberation in China”, Political theory, Vol. 42, 58-81, Sage Publishers
Leib, E., “Pragmatism in Designing Popular Deliberative Institutions
in the United States and China” (“Pragmatismo en el diseño de instituciones
populares deliberativas en los Estados Unidos y en China”), en Leib, E. J. and
He, B., The Search for Deliberative
Democracy in China
Leib,
E. J. and He (eds.) (2006), The Search
for Deliberative Democracy in China, New York : Palgrave Macmillan
Shengyong, Ch. (2006), “The Native Resources of Deliberative
Politics in China” (“Los recursosnativos de la deliberación política en China”),
en Leib,
E. J. and He, B., The
Search for Deliberative Democracy in China, cap. 8 Zhao, S. (2000), China and Democracy: Reconsidering the Prospects for a
Democratic China,
London-New
York: Routledge
Hui, W. (2009), The
End of Revolution. China and the
Limits of Modernity, London-New York: Verso
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