Jürgen Habermas y Wang Hui: modernidad y sociedad mundial. Un diálogo intercultural
Reigadas, María Cristina, “Jürgen Habermas y Wang Hui: modernidad y
sociedad mundial. Un diálogo intercultural”, Michelini, Dorando (compilador)
(2013), Coloquios de Etica del Discurso, Fundación ICALA, Río
Cuarto, Córdoba.
Jürgen Habermas y Wang Hui: modernidad
y sociedad mundial.
Un diálogo intercultural.
La introducción y difusión del
pensamiento de Habermas (Ha bei ma shi) en China a partir de la década del `80
ha contribuido notablemente al desarrollo del pensamiento político democrático
chino y del diálogo intercultural. Al respecto, su visita en el año 2001 marcó un punto de inflexión y aceleró la circulación y
traducción de sus principales obras. En este trabajo haré una breve referencia
a la recepción que Cao Weidong, Xu Jilin y Tong Xijun han hecho de algunos de
sus principales conceptos, para detenerme especialmente en el pensamiento de
Wang Hui1.
Mientras que los primeros están más preocupados por la pertinencia y
“aplicabilidad” de las ideas
habermasianas a China, Wang discute críticamente la idea de acción comunicativa
intersubjetiva y de modernidad en Habermas, con la mirada puesta más allá de
China, a fin de pensar modos alternativos de construir una sociedad mundial
multicultural, que rompa los prejuicios
del occidentalismo y del orientalismo y que cuestione las visiones fosilizadas
de Europa y Asia.
Es este horizonte compartido de inquietud por el futuro, el que nos
mueve a analizar el pensamiento de Wang Hui en relación a Habermas. Creemos que
no por tratarse de un diálogo imaginado, es por ello menos legítimo.
Jürgen Habermas y Wang Hui
La
crisis de la sociedad contemporánea, que no se limita ya a un continente o a
una región, como se observa en las sucesivas crisis económicas y políticas, y en las protestas y movimientos sociales que sacuden periódicamente Asia,
Europa, Africa y América, urge a pensar nuevas soluciones de carácter global. Estas requieren del
esfuerzo concurrente de ciudadanos, políticos e intelectuales dispuestos a
trascender fronteras y a aprender de las mutuas historias e identidades.
1 Wang es Profesor en la Universidad de Tsinghua, Beijing, Departamento de Lengua y Literatura China.,
Historia Intelectual. Es editor de Dushu (
Reading). En 2008 fue incluido por el Foreign
Policy en la lista de 100 intelectuales públicos ´top´.
Habermas
proviene del corazón intelectual de una Europa en crisis, cuya idea misma
constituye a la vez un problema y parte de la solución. Wang Hui pertenece al
país más poblado del mundo, cuyo crecimiento económico espectacular lo
posiciona, hoy como ayer, en un rol de indudable liderazgo mundial. Sin
embargo, ambos coinciden en que los destinos de sus respectivos estados y
regiones no dependen ya sólo de ellos mismos – ni siquiera de sus propias
regiones, sostiene Wang-, sino de la capacidad de construir una sociedad
mundial sobre bases de igualdad y justicia.
Para ello es preciso un diálogo intercultural dispuesto a eliminar obstáculos y
prejuicios históricos, políticos e ideológicos.
Ambos
pensadores pertenecen al vasto pero inconfundible espacio de la teoría crítica.
Ambos piensan desde el fin de la revolución (tal es el título de una de las
obras de Wang Hui), pero sin abandonar los ideales emancipatorios de aquélla.
Habermas se autodefine , irónicamente, como
el último marxista y Wang Hui, diferenciándose de la Nueva Izquierda de
su país, se considera un intelectual crítico, un socialista democrático, que
abandona la comprensión revolucionaria de la historia, aún cuando no el
radicalismo político. Ambos van más allá del universalismo eurocéntrico y de la
crítica antieurocéntrica de sesgo antimoderno, anticolonial y/o poscolonial,
que suele desembocar en la defensa de un relativismo que esencializa la
singularidad y que constituye la contracara dependiente de aquél.2 En
ambos hay coincidencias teóricas, metodológicas y políticas: una visión no metafísica
que define el pensamiento en términos de diálogo y apertura y, lo hace, como
afirma Wang, “desde la historia, la experiencia y el conocimiento”.
Habermas en China
La
carta de presentación de Habermas en China en los ´80 fue su pertenencia a la
Escuela de Frankfurt y al marxismo occidental. Luego en los 90, pasó de ser
considerado un representante de la
Nueva Izquierda a lograr el consenso de los liberales por sus críticas al
autoritarismo y sus aportes a la cuestión de los derechos humanos. Gloria
Davies3 señala que Habermas se constituyó en un “recurso” tanto para la
nueva izquierda como para los liberales y los defensores del partido.
2 Véase el concepto de “orientalismo en reversa”, en Mazumdar, Sucheta,
Vasant Kaiwar, Thierry Labica (2009),
From orientalism to
postcolonialis: Asia, Europe and the Lineage of difference, Routledge, Oxon.
3 Gloria
Davies and Gloria Davis, “Habermas in China: Theory as Catalyst”, The China Journal, No. 57 (Jan., 2007),
pp. 61-85Published by: The University of Chicago Press on behalf of the College
of Asia and the Pacific,
TheAustralian National University.
Todos
ellos se le aproximaron pragmáticamente, en razón de su utilidad política más
que por motivos académicos, aún cuando esta situación se modificó después
de su visita debido al aumento
de las traducciones de sus obras. Hay que subrayar
el ´después´, ya que durante
aquélla se produjo un enorme revuelo, motivado por
las opiniones de Habermas sobre la guerra de Kosovo. Ocasión que los liberales
aprovecharon para defenestrar a la Nueva Izquierda y para que ésta criticara a
Habermas por ´imperialista´.
En su ensayo “Habermas and the Imperialism”, Zhang Rulun, claro
exponente del nacionalismo chino, sostuvo que la norma eurocéntrica de juzgar
con la vara de los derechos humanos todas
las luchas entre estados, contradice la razón comunicativa y la esfera pública,
y constituye un “cosmopolitismo eurocéntrico”. Para Zhang, Habermas es un
fundamentalista más de Occidente.
4
También su principal anfitrión, traductor y entrevistador en esta
visita, Cao Weidong5 lo critica, señalando la contradicción entre su “neutralidad
política” como académico y su “militancia” pro- guerra que, en su opinión,
finalmente favoreció al gobierno alemán. 6
Esta
visita comparada, por su impacto, con las de Bertrand .Russell y John Dewey
entre 1919 y 1922 y la de Sartre en 1959, se dio en el contexto de fuertes
divisiones sobre como construir la democracia, y estuvo atravesada por la
polémica entre nacionalismo e imperialismo y por la interpretación de los
derechos humanos. 7
Más allá de las peleas “conventillescas”, su visita tuvo un efecto catalítico8 y su uso estuvo guiado por las visiones militantes de lo
que China ´realmente necesita`.9
El mencionado Cao10 subraya la influencia de Estructura y crítica de la opinión pública (y
de su reedición 30 años después) en el pensamiento chino. Este texto, traducido
conjuntamente por Cao, Tong 11y el propio Wang Hui, generó
una importante discusión sobre lo público
y lo privado, sobre la traducción del concepto de “offentlichkeit” y sobre su ´aplicabilidad´ en China. El
4 “Ibid”., p. 81
5 Cao Weidong en “Habermas: misplaced ideas”, citado en “Ibid”., p. 81. cabe señalar que Cao,
traductor y entrevistador fue uno de los protagonistas de los escándalos y
disputas producidos por la posición de Habermas respecto de la guerra de
Kosovo.
6 “Gloria Davies, “Op.Cit”., ,
p. 81
7 “Ibid”., p. 78
8 Según la caracterización que
hace Gloria Davies del ´efecto´ Habermas y que caracteriza el título de su
artículo.
9 “Ibid”., p. 84.
10 Cao Weidong,
“The Historical Effect of Habermas in the Chinese Context: A Case
Study
of the Structural Transformation of the Public Sphere”, Higher Education Press
and Springer-Verlag , 2006.
11 Cao Weidong y Tong Shijun
han sido activos difusores de Habermas en China.
´recurso´
Habermas oscila ambiguamente entre la necesidad de ir más allá de los recursos
provistos por la propia tradición
para interpretar la realidad presente
y repensar el cambio en China
y la de evitar la mera copia de las ideas de Occidente. Tanto el énfasis
occidentalizador como la defensa irrestricta de la “chinesidad” habían
demostrado ser estériles y/o funestas y los intelectuales realizaron grandes
esfuerzos por mantener la distancia entre ambos.
Xu Jilin, otro importante estudioso de Habermas, en “La esfera
pública en la China moderna: el caso de Shangai”, explora la evolución de la
esfera pública desde la dinastía Qing. Según Xu, el concepto de “esfera
pública” se ha desacoplado de su origen histórico (la sociedad europeomoderna
del siglo XVIII), constituyéndose en un marco conceptual explicativo
legitimador del poder político. Para Xu, el concepto de ´esfera pública´
habermasiano permite superar la clásica ideología del partido (el Estado como
primer agente del progreso) y ampliar la esfera de la política. Sin embargo y
por atractiva que resulte esta teoría, resulta inadecuada para Xu, dado que
China carece de una constitución liberal y de la “rule of law”. 12 Una
vez más, el pragmatismo chino hace descartar la teoría y finalmente Jilin opta por la teoría
fundacionalista de la justicia de Rawls.
La cuestión
de la “chinesidad”, presente en los pensadores posmodernos, también preocupa
a Tong Shijun, quien subraya
la necesidad de encontrar el camino chino a la modernidad. Para ello
reinterpreta el pensamiento confuciano en clave habermasiana, retomando una
máxima de la dinastía Qing del s. XIX: “aprendizaje de lo chino como fundamento, aprendizaje de lo occidental
para la aplicación práctica”. 13
A
fin de evitarse la colisión entre tradición y modernidad, que identifica a China con la primera y a
Occidente con la segunda, y reconstruir la continuidad entre ambas, Tong
rastrea la idea de esfera pública en la propia
historia, encontrando antecedentes en el mismo confucianismo y en las prácticas de los literatos y
funcionarios chinos. Como señala Cao, la diferencia con Occidente es que en China, la esfera pública
estuvo constituida por la élite,
y que su desarrollo se detuvo porque la competencia entre partidos no
pudo adquirir estatus legal dentro del sistema.
Por
cierto que el interés por la teoría (habermasiana) queda siempre circunscripto
en el pensamiento (chino) – pragmatismo mediante- , dentro del horizonte de su
adecuación y aplicabilidad. Así, para Cao, la esfera pública habermasiana constituye una idealización burguesa,
12 Gloria Davies, p. 73
13 “Ibid”., p. 74
vinculada
a una concepción puramente formal, legal y universalista de la soberanía
popular, mientras que para él (para el pensamiento chino) la idea de soberanía
es concreta, singular, y definida por el nacionalismo. Sin embargo, Cao no
renuncia al concepto de esfera pública global, aún cuando siempre subsiste el
recelo de someterse, una vez más, al andamiaje conceptual occidental.
Claramente para los intelectuales chinos el pensamiento de Habermas
constituye un arma ideológico-cultural y una teoría ético-moral basada en las
reglas de la razón comunicativa. A diferencia de las críticas de la academia
euroamericana, que subrayan la impracticabilidad de sus propuestas, las
críticas chinas tienen un foco distinto: Habermas es utilizado como un recurso
teórico para ayudar a la democracia china a resolver sus problemas. 14
Y es por ello que con independencia de posiciones ideológicas, cada grupo se las arregla
para sacar el mayor partido
posible de sus aportes. Así, los que buscan legitimar al partido, critican a
Habermas por su marxismo “occidental”, ciego a las peculiaridades del
socialismo chino, pero lo usan, a su
vez, en su defensa, en la medida en que constituye una alternativa al
capitalismo. En este sentido, Habermas
es útil, tanto para los que buscan construir una racionalidad comunicativa adecuada a las necesidades
chinas (Xu Jilin), como para los que defienden una modernidad china singular utilizando sus argumentos.
(Tong Shijun). Cómo pasar de Occidente a China y de China a Occidente parece
constituir el núcleo de las preocupaciones de los intelectuales chinos en pos
de la modernidad.
Sin embargo, a diferencia de los intelectuales (en particular los de
la Nueva Izquierda), cuya desilusión por las reformas políticas los lleva a
oscilar entre la adhesión a la racionalidad comunicativa y el temor a la
neooccidentalización, Wang Hui ofrece una mirada que va más allá de ambos.
Wang Hui
Los
acontecimientos de 1989 produjeron un cambio significativo en muchos
intelectuales críticos y también en
Wang, quien de disidente del régimen y protagonista de los episodios de Tiannamen (fue el último estudiante en
retirarse de la Plaza) fue hecho prisionero y llevado a zonas rurales donde el
choque social y cultural lo llevó a modificar su perspectiva, en especial sus
críticas radicales al maoísmo.
14 Davies, p. 72 y sgs.
Actualmente
prefiere ser considerado un intelectual crítico antes que miembro de la Nueva
Izquierda, movimiento que rechaza las reformas liberales
de los 90´s y que propone el enlace entre maoísmo y nacionalismo.
En la “Íntroducción” a The
Politics of imagining Asia de Wang, Theodore Huters señala la importancia
del pensamiento de aquél por su interacción discursiva con el pensamiento
europeo y subraya el “shock” de
autodescubrimiento para el lector occidental cuando lee a Wang, ya que ofrece
una mirada “exótica” para Occidente, sobre la relación entre Europa, Asia y China.
Esta experiencia es de gran importancia metodológica ya que, por un
lado, el autodescubrimiento a partir del extrañamiento respecto del sí mismo,
constituye el punto de partida para el diálogo intercultural que Wang se
propone estimular. Por el otro, al discutir Wang las ideas occidentales en un
pie de igualdad con los teóricos occidentales 15 disuelve
el prejuicio del privilegio del “nativo” en la construcción y legitimación del
conocimiento. La historia y el pensamiento de Europa y de Occidente no
constituyen un obstáculo cultural para Wang, una suerte de historia ajena a la
cual solo tienen acceso los que a ella pertenecen.
Sin
duda, Wang es el intelectual chino contemporáneo más riguroso y su preocupación
básica es la insatisfacción con el modo en que los occidentales conciben el
pasado chino y la evolución de la China moderna. Wang busca ofrecer una
diferente visión de China, desde un marco conceptual que escape al binarismo
de la perspectiva occidental/china y que proporcione un nuevo análisis
de patrones discursivos que estructuren la comprensión de la historia.
Lejos de ubicar a China en un ghetto libre de contacto con las ideas
extranjeras, se propone deconstruir las categorías de origen europeo y ponerlas
en suspenso, con la esperanza que surjan nuevos modos de mirar a China en
particular y a Asia en general. 16
En
la redefinición que Wang procura hacer de una modernidad alternativa al
capitalismo occidental globalizado, es clave la revisión de la lógica del
Estado Nacional. Este modelo, en su versión
moderna importada de Occidente constituye, a su juicio,
uno de los obstáculos más severos
para la comprensión de China,
tanto como el concepto complementario de “imperio agrario
15 Destaco la autoridad del “no nativo” para hablar de los “otros”, cuando
dicha autoridad está legitimada por el conocimiento. Los argumentos de quienes
sostienen la primacía del “nativo”, cuando de sus propias historias,
experiencias y conocimientos se trata, suele
esconder un esencialismo de lo “propio” que estaría más disponible para el
nativo que para el no nativo. Asume también una visión distorsionada y,
finalmente, positivista, de la tesis de la inconmensurabilidad de las
tradiciones.
16 Theodore Huters,
“Introduction” , pag. 3, en Wang Hui (2011), The Politics of Imagining Asia.
tradicional”,
cuya definición obtura la capacidad de sujeto agente de la propia historia.17 Este
patrón ha sido –y continúa siéndolo- fuente de las interpretaciones distorsionadas
del pasado y obstáculo para la construcción de una sociedad mundial más justa y
multicultural, cuya creación requiere pensar en una modernidad más allá de la
lógica del capitalismo y de los Estados Nacionales y del encorsetamiento de sus
actores en conceptos de dudosa legitimidad histórica y teórica, entre ellos,
´Europa´ y ´Asia´.
Si bien ambos (Wang y Habermas) coinciden en el objetivo general de
la construcción de una sociedad mundial que ciertamente no se identifica con la
sociedad global existente, la propuesta habermasiana de la sociedad futura está
hecha, según Wang, desde el patrón de los Estados Nacionales y desde una
perspectiva eurocentrada de la construcción de Europa.
La cuestión de la modernidad en China.
La idea de modernidad, aclara Wang, comienza
a discutirse en China cuando
comienza a discutirse en todos lados. La influencia
del darwinismo, del marxismo y del evolucionismo bergsoniano motoriza hacia
fines del s. XIX el debate sobre el cambio y el progreso, que, por cierto, no había
estado con anterioridad ausente cuando se contraponían ´antiguos vs. jóvenes´.
(Con esta afirmación, por un lado, Wang se diferencia claramente de otras
corrientes de pensamiento basadas en la “excepcionalidad” de la experiencia
china y de la inconmensurabilidad de tradiciones, y por el otro, se posiciona
como un igual en el diálogo intercultural).
A principios del siglo XX Zhang Taiyan , Lu Xun, Liang Qichao y Mao, entre otros, plantean la cuestión de la modernidad. Pero,
mientras durante el siglo XX se discute profusamente en Occidente sobre lo
moderno, la modernidad y el modernismo, en China la idea misma de modernidad
siguió siendo marginal. 18 Es recién a fines del siglo XX
cuando la cuestión de la modernidad se transforma en moda.
1989 marca una nueva época para China y para el propio Wang, quien
revisa críticamente su pensamiento anterior, incluido el sentido del clima de
libertad y esperanza que se abre en los 80 y que incluye tanto la resistencia a
la tradición y la apertura a Occidente, como la aún escasa comprensión de la
propia historia. A ese déficit están dedicados los cuatro volúmenes de
17 “Ibid”., p. 3.
18 Leo Ou-fan Lee en Cohen, P. & Goldman, M. (1990), Ideas across cultures. Essays on Chinese
Thought in Honor of Benjamin Schwartz, Mass., Harvard University Press.
Rethinking the rise of
modern chinese thought, que llevan a Wang 13 años de
escritura. La represión e incertidumbre llevaron a Wang a preguntarse qué iba a
ser de China y a repensar su pasado.
Wang Hui y Habermas: diálogo
sobre la modernidad. 19
Una primera coincidencia entre ambos pensadores es la defensa de la
modernidad y su crítica a la modernización en cuanto proyecto eurocéntrico.
Esta defensa se basa en la valoración de la capacidad de autocrítica
de la modernidad, fuente y recurso de revisión del pasado y de innovación del
futuro. Mientras que la modernidad extrae la crítica de su propia
experiencia y condiciones de existencia, el pensamiento antimoderno, se limita a ejercer
una mera oposición, que ratifica su dependencia respecto del objeto de crítica,
y que, carente de distancia, no tiene capacidad para intervenir en los procesos
históricos. Por ello es, finalmente, conservador.
Al
respecto, Wang señala que, la identificación entre modernidad china,
colonialismo y capitalismo hace que las críticas a éstos ( por parte del
pensamiento anticolonial tercermundista) incluyan a aquélla y que el
antimodernismo sea el resultado. Así se daría la paradoja de que la modernidad
china es antimoderna.
¿Qué
es la modernidad para ambos? En términos generales, un proceso histórico cuya
temporalidad lineal e irreversible establece una relación crítica con el
pasado, al que se define en términos de tradición, y la apertura innovadora
hacia el futuro. Justamente las complejas relaciones entre continuidad y cambio constituyen el núcleo de la modernidad, que se asume como
consciencia reflexiva de una “nueva
época”. A este espíritu de época hay que agregar
los procesos de
secularización y racionalización, la distinción de esferas de valor (arte,
ciencia y ética), la separación entre los dominios de la economía (capitalista),
de la política (Estados Nacionales soberanos) y de lo social (sociedad civil),
la ciencia y la tecnología (modernas), los derechos fundamentales y la democracia sobre bases de igualdad y libertad. Sin embargo, a poco de analizar
cada una de estas cuestiones y, especialmente con el pasaje de los rasgos más
generales formales a los más concretos y singulares, comienzan
los problemas. Así, Wang efectúa
un giro en la
interpretación
del concepto y sustituye la pregunta por “¿qué es la modernidad?” por la de
“¿cuál modernidad?” 20
La
contraposición dicotómica entre tradición y modernidad es una de las cuestiones
contra la que arremete Wang, ya que, a su juicio y al de muchos otros autores
críticos del eurocentrismo, dicho
dualismo constituye una experiencia europea luego extrapolada a la historia
mundial. Se trata de un concepto ´paraguas´21,
superinclusivo y apto para todo terreno, y paradójicamente por ello mismo,
vaciador de los rasgos distintivos de la singularidad. “Tradición” es el pasado
europeo premoderno, al cual se adjudican rasgos de permanencia, inmutabilidad,
repetición y simplicidad. En China este periodo se correspondería con el pasado
imperial, respecto del cual la investigación
historiográfica nos muestra que está lejos de constituir un periodo
inmovilizado en una tradición integrada. La misma ausencia de una palabra china
para tradición, observa Schwartz, confirma
la inadecuación del uso del concepto.22
A fin de ilustrar
el carácter histórico del concepto de modernidad (“no es de mi interés
buscar una definición estándar
de modernidad”) y acabar con las interpretaciones de lo diferente y diverso (en relación a Europa) en términos de
desarrollos ´anómalos´ de la historia ´universal´, Wang toma como leading case al Estado Nacional. Nos
recuerda que en China, los Estados Nacionales se adelantan al Imperio, mientras
que en la versión eurocéntrica de la historia
los Estados Nacionales constituyen su culminación y
la superación de aquél, al que se considera expresión de épocas más arcaicas. ¿Cómo habría que
interpretar, entonces, a estos Estados? ¿Serían “premodernos” (y
tradicionales), por aparecer antes del Imperio? Sin embargo, ya vimos que en la
interpretación “normalizada” de la historia son éstos últimos quienes
representan la tradición. ¿Cómo aplicar el esquema tradición/modernidad, en
este caso?
Pero si China no encaja
en ninguno de los dos modelos, ni el de la tradición ni el de la modernidad europea, ¿será que no es moderna? La interpretación
eurocéntrica de China en términos de inmovilidad carente de historia, afirma
Schwartz, solo pareciera abonar el prejuicio occidental del mandarín sonámbulo.
Sin embargo, China es ejemplo de la reinvención
permanente23, incluso
20 Este giro es compartido por muchos otros autores, entre ellos Amartya
Sen quien frente a la pregunta por la democracia se pregunta ¿cuál democracia?
21 Schwartz, Benjamín.,China and other matters, p.51
22 Habermas, sin embargo, no tiene reparos en utilizar esta dupla
conceptual para caracterizar otros desarrollos civilizatorios no occidentales,
en especial en el este de Asia.
23 Al respecto es oportuno señalar el aporte decisivo de Joseph Needham,
quien “redescubrió” China para Occidente, publicando una obra monumental sobre
los desarrollos de distintas disciplinas científicas y tecnológicas en China en
distintos momentos de la historia.
de los elementos de continuidad como el confucianismo,
reinterpretada por cada gobernante que quiere legitimarse, incluido Mao.
En relación a la interpretación habermasiana de la modernidad Wang
discute varias cuestiones. Entre ellas, el lastre teleológico-normativista que
supone su definición en términos de proyecto incompleto. A su juicio, sólo
podría entenderse la incompletitud si pensamos que la modernidad no es solo una conciencia temporal
particular, sino también
la anticipación de una condición social por venir: la Ilustración, el Estado Nacional soberano,
un telos anunciado. Pero además, la incompletitud es sospechosa para Wang, ya
que, hay una inadecuación entre la promesa (cargada de normatividad) de la meta
y su realización, de modo tal que, mientras aquélla es valiosa, las
realizaciones históricas concretas son deficitarias. Wang ve la causa de esta
situación en la existencia de dos principios mutuamente
opuestos, el de especialización y el de secularización.
¿Cómo esperar que se supere la contradicción entre la diferenciación
entre los dominios de valor (ciencia, moral, arte), la economía y la política,
guiados por una racionalidad instrumental que erosiona el mundo de la vida y la
realización de la racionalidad comunicativa, socavada por aquélla pero,
garante, a la vez, de la realización del proyecto? 24 Para Wang
la modernidad siempre será incompleta, porque no se trata de una meta, sino de un camino habitado por tensiones,
contradicciones y paradojas, entre ellas la existente entre los procesos
elitistas (de diferenciación y especialización) y populares (secularización) de
Ilustración, y su realización dependerá de los procesos de democratización
económica, social., política y cultural, y de la agencia ciudadana de los
movimientos sociales.
Una
cuestión clave en el discurso de Wang sobre la modernidad es la discusión
respecto de su origen. Pero esta cuestión no se agota en la pretensión
subyacente a la teoría de la modernización,
según la cual el origen europeo occidental de la modernidad constituye el
modelo y destino de cualquier otra modernidad. Al respecto, Wang plantea otro
problema. Básicamente, argumenta que el origen de Europa y de la modernidad
europea no es europeo. O, más precisamente, que no es solamente europeo.
Mientras
que para Wang Europa es el resultado de una multiplicidad de procesos, muchos
de ellos ni autoproducidos ni autocentrados, Habermas –sostiene Wang- nos
presenta una Europa autoproducida a partir de su propia experiencia singular.
No se afirma con esto que Habermas ignore los aportes
de otras culturas
en la configuración del mundo
europeo moderno, sino que éstos
24 Ibid., p.73
son
siempre incorporados a un sujeto soberano que selecciona, dispone, acepta o
rechaza, según los criterios de su voluntad racional (o irracional).
Esta cuestión es decisiva para Wang, ya que marca una suerte de
contradicción en la propia teoría
habermasiana, al vulnerar los principios mismos de la acción comunicativa
proporcionando una narración monológica del nacimiento y desarrollo de Europa
(y de Occidente)
Ya hable Habermas de una modernidad o reconozca, más recientemente,
su multiplicidad, privilegia en su construcción la temporalidad lineal
en desmedro de las interacciones espaciales, y ésta es
la diferencia central con Wang. Para Habermas, la irrupción del potencial de la
razón comunicativa, expresada en procesos de Ilustración, pareciera ser producto
de condiciones endógenas del desarrollo de la sociedad europea. La narrativa
habermasiana no destaca el rol constitutivo de otros espacios geoculturales en
la construcción de la Europa Moderna y en la idea misma de Occidente, aún cuando estas
contribuciones no fueron
secundarias ni accidentales:
¿cómo entender Europa
con independencia de Asia? (Podríamos agregar: ¿“y de América”?),
¿cómo
dar cuenta de Occidente sin la idea de Oriente?, ¿cómo pensar en una sociedad
mundial si cada región, finalmente,
se construye a partir de sí misma, es decir –se pregunta Wang-, a partir del sistema
de sus Estados Nacionales, dejando
de lado otras experiencias históricas, en una suerte de reorganización de partes
monádicas independientes unas de otras? ¿Cómo ignorar las interacciones, flujos
y fusiones entre lo propio y lo ajeno, lo cercano y lo lejano, los préstamos
entre el pasado y el presente?
Interpretando
el argumento de Wang, podemos afirmar que la modernidad habermasiana es
eurocentrada, aunque no eurocéntrica. Mientras que el eurocentrismo constituye
una ideología legitimadora del poder expansivo de Europa, a la que erige como
motor y modelo del desarrollo histórico, el eurocentramiento se funda en una
visión simplificadora de los procesos históricos que, por cierto, no carece de
efectos. Se trata de una construcción pretendidamente “neutral” pero que, vista
desde la perspectiva intercultural de la historia mundial, sigue siendo
monológica. Recortar de este modo el concepto de Europa constituye un error historiográfico,
con consecuencias teóricas, políticas e ideológicas.
Sin
embargo, el propio Habermas ha rectificado en los últimos tiempos el carácter
eurocentrado de su teoría de la modernidad y se ha abierto a consideraciones
más plurales y complejas de los procesos históricos. En “La religión como reto
a la autocomprensión de la modernidad”,
Habermas
se pregunta como debemos pensar la sociedad mundial multicultural emergente. Como vimos, ésta es también la pregunta de
Wang.
En este texto, Habermas discute el núcleo duro de la modernidad: la
secularización. La persistencia del fenómeno religioso y la necesidad de pensar
el multiculturalismo de la sociedad contemporánea incluyendo a seculares y no
seculares, lleva a Habermas a enfatizar la necesidad de construir sociedades inclusivas, postnacionales y postoccidentales. La religión, lejos
de ser vista como un resabio del pasado, es un fenómeno contemporáneo
que reactualiza las viejas conversaciones y disputas entre la fe y el saber.
Desde este lugar Habermas moviliza la dureza del evolucionismo cognitivo y de
la unilinearidad etapista de la historia, y cuestiona la relación conceptual
ciertamente anquilosada entre tradición y modernidad, en lo que hace a la
cuestión clave de la religión. Apartándose tanto de la visión sistémica de la
modernidad (por homogeneizante) como de la culturalista a la Huntington (por
sostener la fragmentación entre culturas concebidas como identidades acabadas
en conflicto), Habermas considera la teoría de
las modernidades múltiples de Eisenstadt. Para este autor, la sociedad
multicultural mundial es una nueva formación cultural desacoplada por igual de
todas las civilizaciones tradicionales (Occidente incluido), y a través de una
dinámica global de modernización. Así, la perspectiva generalizadora de la
teoría social se combina de este modo con la perspectiva comparativa del
estudio de las civilizaciones. Habría una infraestructura social globalizada
que funcionaría como una arena y escenario común en el cual civilizaciones de
raíces culturales múltiples lucharían por modificar esta base social
compartida, dando cuenta
así de la fragmentación cultural
de la sociedad mundial.
Sin
duda, a Habermas le interesa la vocación antieurocéntrica de esta teoría y su
rescate de la diversidad social y cultural dentro de la modernidad global. Sin
embargo, y aún cuando no profundiza en el desarrollo crítico de la misma, no
deja de preguntarse si esta teoría no se limita a alterar el fenómeno de
superficie o si no constituye una reconfiguración culturalista de la teoría de
la modernización. 25
25 Podría
observarse la persistencia del evolucionismo, en la medida en que la teoría de
las modernidades múltiples se centra en el concepto
de época axial
(religioso-cultural), que implica
un progreso en el camino
del mito a las formas subsiguientes de modernidad.
¿Cómo compatibilizar el multiculturalismo de la sociedad
mundial con el surgimiento de una nueva formación cultural desacoplada de todas las
civilizaciones tradicionales y esto
con la reconfiguración que las “raíces culturales propias” (permanecerían estas
intocadas??) efectuarían de la base social global?
Cuando se habla
de una infraestructura social globalizada (capitalismo, burocracia, ciencia y
tecnología), hay que precisar cúal, es decir, dónde, desde cuándo, quiénes. Si
hay una cultura global desacoplada y ninguna cultura
En suma, el paso dado por Habermas le permite introducir la diversidad espacial
de la modernidad, pero aún es insuficiente a los fines del discurso
crítico de Wang Hui por no ser lo suficientemente
radical a la hora de analizar las relaciones y deudas entre Europa y Asia,
Occidente y Oriente. Así como su
enfoque de la relación tradición –modernidad es claramente eurocentrado,
también lo es su comprensión de las relaciones entre Occidente y Oriente, que
permanecen en un plano de exterioridad. Sin embargo,
desde la perspectiva de Wang, esta cuestión es clave para los propósitos (también habermasianos) de
construcción de dicha sociedad postnacional, postsecular y postoccidental.
Mientras
que Habermas dialoga con la teoría de las modernidades múltiples de Eisenstadt,
Wang se pregunta si la modernidad es una, única o interactiva. Desde su
perspectiva no hay una sola y única modernidad, pero tampoco una multiplicidad
de ellas que luego entrarían en contacto. Las modernidades son el resultado de
procesos interactivos que deben ser abordados desde la historia y desde el
sistema mundial y no desde la autoproducción de un sujeto singular. Para Wang
se trata de encontrar lo universal en lo singular. Lo singular lleva
siempre la diferencia, al otro dentro de sí mismo; lo singular es mestizo.
Respecto de esta cuestión, Wang se pregunta si todos las
instituciones de la historia europea moderna (mercados, división del trabajo,
mecanismos legales, burocracia, Estado Nacional, ciencia y tecnología, etc.) surgen
sólo de ella.26 ¿Pudo haber sido posible el capitalismo europeo sin el motor
asiático y los recursos americanos? Por cierto que la respuesta es negativa.
¿No tuvieron, acaso, otras regiones sus propias historias que posibilitaron el
desarrollo del capitalismo en
Europa? ¿Ha sido la modernidad china solamente una respuesta a los desafíos de
la modernización occidental? 27
Al
respecto, Wang menciona algunos ejemplos. En los años 30, si bien los
historiadores chinos estaban influenciados por la concepción eurocéntrica de la
modernidad, mostraron que en China había habido mercados, sistemas de servicio
civil, división del trabajo, etc. y que estos elementos habían aparecido antes
que en Europa. Esto es una cuestión histórica. Quiere decir que estos
permanece siendo
la misma, cuál es la circunstancia histórica
desafiada por la “tradición cultural
propia”. ¿Cuándo un momento histórico se define como
“tradición propia” y en qué consiste ésta? ¿Sólo hay una? ¿O hay tradiciones
rivales?
26 Preguntas similares se plantea Amartya Sen respecto de la ciencia, la
tecnología, la democracia, posdebates públicos, la tolerancia, etc. en The argumentative Indian y en La democracia de los otros.
27
Wang,
Hui, The End of Revolution, “An
Interview concerning Modernity”,p. 81.
elementos no pueden ser considerados “occidentales”, a menos de abonar “el robo de la historia”.28 Esto sin
negar que la Revolución Industrial, la ciencia y técnica y la democracia
modernas son occidentales y transformaron a todos. (Aunque en el caso de la
ciencia y la técnica “modernas” hay que preguntarse, con Amartya Sen -y también
con Joseph Needham – si la ciencia y técnica moderna es solamente occidental)
En los 40, académicos japoneses discutieron los elementos
“capitalistas” de la dinastía Song (960-
1279). Estudiando las relaciones de transporte y comercio mostraron que el
desarrollo de la historia mundial moderna después de esta dinastía podría
proveer el contexto para entender la historia moderna occidental. Los ejemplos
de las especies y del té, y la construcción del Gran Canal en China, mostraron
que China no era el punto final del transporte este-oeste, sino un nexo entre
varios circuitos de transporte globales.
Ishisata Miyazaki, un importante historiador, sugirió que Oriente y
en particular China no solo proveyeron mercados y recursos para la Revolución
Industrial, sino que alimentaron el aspecto humanista de la Revolución
Francesa. La conclusión es que si solo hay historia europea, la Revolución
Industrial europea no hubiera nunca sucedido, dado que la revolución industrial
no es solo una cuestión de maquinaria sino de la estructura entera de la sociedad. Un movimiento induce al otro.
Similar tesis esgrime Andrés Gunder Frank cuando sostiene que el
surgimiento del capitalismo europeo marca en 1400 el surgimiento de la economía
mundial que utiliza la plata americana para
expandirse en el mercado asiático. Ambos, Miyazaki y Frank sostienen una
perspectiva común sobre la historia europea, otorgando importancia al comercio
y transporte en la construcción del capitalismo y cuestionando la visión de la
modernidad como universal y progresiva.
En
conclusión, hoy el renovado debate sobre la modernidad debe necesariamente
incluir a la modernidad europea occidental y a la crítica anticolonial,
postcolonial y/odecolonial al eurocentrismo, pero debe dar un paso más,
repensando el concepto mismo de historia mundial. El reconocimiento de la multiplicidad de modernidades, la deconstrucción y reconstrucción de los
conceptos de Europa y Asia, de Occidente y de Oriente son clave para poder
innovar el futuro y construir una sociedad mundial que sea algo más que -y
diferente a- la prolongación del capitalismo y el sistema internacional de
Estados Nacionales. Como muestra Wang (pero
también
28 Goody,Jack, The theft of History.
Amartya
Sen, Jack Goody, Sucheta Mazumdar, entre otros29), las
conversaciones e intercambios entre Occidente y Oriente son muy antiguas y no
pueden reducirse a la relación colonial. Mucho de la Ilustración europea ha
sido tributaria de Oriente y mucho del orientalismo constituyó una reacción
contra los excesos del terror revolucionario. Uno de los objetivos de las
misiones jesuíticas a Oriente fue, sin duda, prevenir a estos reinos acerca de
los futuros males revolucionarios y aprender de ellos. Siempre tendemos a ver
la presencia del pensamiento occidental en Oriente, pero poco sabemos de la
influencia inversa de Oriente en autores como Leibnitz, Voltaire, Hegel y el
romanticismo alemán.
Ahora bien, la incorporación de Asia como sujeto decisivo en la
construcción de la modernidad europea no significa
erigirla en punto de partida
o de llegada. Europa y Asia no pueden entenderse aisladamente: Europa se separa
de Asia en la época griega; Asia es un concepto europeo. No puede entenderse la
modernidad europea sin el concurso asiático y americano. Wang se pregunta si
puede entenderse la modernidad asiática de los siglos X y XI como el desarrollo
histórico de dos mundos paralelos o como dos mundos más cercanamente unidos.
¿Son -se pregunta Wang- las distintas modernidades expresión de distintos
procesos separados (como sostiene la teoría de las modernidades múltiples) o de
un único proceso de carácter mundial? Y contesta: André Gunder Frank tiene la
respuesta haciendo notar que Asia y Europa estuvieron profundamente unidas en
el siglo XIII y XIV y que cualquier discusión sobre el nacimiento de la
modernidad debe asumir la existencia de un sistema mundial. Y de modernidades
antes de “la” modernidad. El significado de la comunicación no es meramente la
unión de dos mundos.30
En síntesis, la narrativa histórica que Wang propone es interactiva.
En ella no solo disminuye la idea de Europa, sino también la de Asia. Ninguna
de ellas es una entidad autocontenida o un conjunto de relaciones autocontenidas, ni el principio ni el fin de una historia mundial
lineal. Asia y Europa deben
ser examinadas conjuntamente. Las relaciones históricas internas son
importantes, afirma Wang, pero in the
long run, ¿como apreciar los efectos de las relaciones interregionales,
siempre en expansión, en la transformación interna de una sociedad? 31
Se trata entonces de un cambio epistemológico, orientado a
revalorizar “la experiencia, la historia
y el
conocimiento”. Podría decirse que Habermas no ha sacado las suficientes consecuencias de
29 Y Enrique Dussel en América
Latina. 30 Wang,
Hui, The politics of ….,p.57. 31 Ibid., p. 58
su
concepto de acción comunicativa, en especial de sus fundamentos intersubjetivos,
dado que, cuando de su aplicación práctica se trata, la acción comunicativa se
parece más al intercambio entre subjetividades existentes que a la producción
misma de éstas.
Esto puede observarse, según Wang, en el modo en que Habermas
plantea la reconstrucción de Europa como región, tarea que sigue siendo
específicamente europea. Sin embargo, ¿cómo se compatibiliza la construcción de
una sociedad mundial cosmopolita, la ampliación de la esfera pública y la
reconstrucción de Europa como región, con independencia del contexto mundial, de las interacciones con otros sistemas
regionales, etc.? En opinión de Wang, Habermas no toma la suficiente distancia
del concepto mismo
de ´Europa´ ni es lo suficientemente radical
en sus críticas al complejo capitalismo/ Estado Nacional.
Wang también critica las versiones de Asia que, apelando a los
“valores asiáticos”, refundan el dualismo oriente/occidente. Las tareas de la
democracia postnacional que plantea Habermas deben ir más allá de Europa
y de Asia, y no estar constreñidas por su propia experiencia. A su vez, las distintas experiencias del
regionalismo asiático deben ir más allá de la expansión de la idea de Asia y
del crecimiento de la dinámica de poder entre los Estados Nacionales de la
región. Análogamente a lo que sucede en Europa, para Wang la integración
regional de Asia apela a una idea de Asia que, basada en intereses
supranacionales, se limita a incorporar a los Estados Nacionales en una
comunidad más amplia. Pero la hegemonía global no puede ser desafiada mediante
la construcción de una hegemonía regional. En suma, para Wang, detrás del
regionalismo asiático (como del europeo) está la cuestión de los Estados
Nacionales, cuya estructura actual debe ser superada en el sentido de su
apertura a la incorporación de otras experiencias. En Asia hay complejas
etnicidades, comunicaciones regionales y formas de agrupación tradicionalmente
consideradas imperio (redes transestatales tributarias, diversos patrones
migratorios, etc.). Estas experiencias heterogéneas podrían promover
integraciones transnacionales que otorgarían densidad y riqueza a las redes
legales del sistema constitucionalizado del derecho internacional ya que, a su
juicio, las instituciones jurídico-legales
globales no son suficientes para limitar la colonización capitalista.
Finalmente,
son muchas las coincidencias entre Wang y Habermas: ambos sostienen que el
pensamiento democrático debe ir más allá de los límites de los Estados
Nacionales y que debe apoyarse la construcción de esferas públicas políticas
ampliadas, profundizar la deliberación, promover la agencia de los movimientos
sociales, los derechos fundamentales y la construcción
de
instituciones jurídico-políticas globales. Ambos se oponen al “centrismo” en
política internacional, y van más allá del parroquialismo y de las nociones
decimonónicas de soberanía a fin de crear una sociedad cosmopolita y
multicultural, abierta, de múltiples capas, unidas por redes a través de
conexiones regionales que disminuyan los peligros del sistema de Estados.
Reconstruir Asia y Europa son cuestiones de la “historia mundial”.
¿Cómo realizar esta tarea, con qué
herramientas? ¿Cómo abordar las interacciones entre miembros de comunidades
linguísticas y socioculturales diferentes? Para Wang, se trata de ampliar la acción comunicativa habermasiana, limitada en su desarrollo a la comunidad europea,
y redefinirla en términos interculturales.
En
definitiva, podría decirse que Wang espera que Habermas haga efectivo lo que el
propio Habermas considera como uno de los rasgos del pensamiento
postmetafísico: la razón situada. Al concentrarse en los procedimientos de
legitimación de la ética, la política y el derecho, quizás haya descuidado
Habermas la conexión entre éstos y la facticidad. En este sentido, quizás sea
justa la apelación de Wang a la experiencia y a la historia. Si el concepto
de acción y racionalidad
comunicativa pretende ir más allá del paradigma del sujeto, debe abrirse a
repensar las propias bases histórico-conceptuales de su propio pensamiento.
Esta exigencia de autocrítica forma parte del propio programa habermasiano.
Quizás lo que Wang esté reclamando es la recuperación del núcleo duro de la
teoría crítica: la interrelación dialéctica entre empirie y concepto, entre
teoría y praxis.
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