Democracia y legitimación política en China contemporánea. Deliberación y virtud

*Artículo originalmente publicado en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Argentina/ceap/20181029011055/suenochino.pdf

 

 

 

La reforma política en China no ha estado a la altura del extraordinario ritmo de su crecimiento económico y de las profundas trans- formaciones sociales producidas en las últimas décadas. Como señaló Wen Jiabao, ministro de Hu Jintao y defensor de la demo- cracia en China, una tiene patas largas y la otra cortas.

Muchas de las consecuencias del crecimiento económico extremadamente rápido, tales como la desigualdad, la cuestión ambiental, la pirámide demográfica envejecida, la inadecuación de los sistemas de salud y seguridad social, la seguridad alimentaria, la corrupción, las tensiones entre el gobierno central y los gobiernos locales, los conflictos étnicos, la urbanización a gran escala, entre otros, requieren desarrollar nuevos sistemas de gobernanza. Si bien esta es una preocupación constante del gobierno chino y se han dado muchos e importantes pasos para achicar la brecha entre la evolución del sistema socioeconómico y el desarrollo político, el sistema político ha sido poco estudiado dentro y fuera de China. Por un lado, el desarrollo de la ciencia política es reciente en China, al igual que los intercambios académicos, el diálogo intercultural y los estudios comparados. Por el otro, en muchos lugares del mundo (incluida Latinoamérica) hay un gran desconocimiento sobre China y muchos prejuicios en relación a su cultura e historia.

Sin embargo, como señala Axel Gasket,1 no solo los occidentales han sido nuestros interlocutores culturales en el siglo XIX y XX, sino que Oriente ha tenido una fuerte aunque olvidada presencia en la conformación de la cultura latinoamericana. Pero, a diferencia del orientalismo europeo, mezcla de mirada negativa pero fascinada, nuestros viajeros desarrollaron un “orientalismo periférico”, que produjo un conocimiento superficial y poco preciso y detallado de Oriente. La mirada fue prejuiciosa y las percepciones distorsiona- das; basta recordar que “el despotismo oriental” fue el marco conceptual utilizado por Sarmiento para explicar nuestra política y nuestra cultura. Podría pensarse que todo esto es pasado. Sin embargo, tanto la caracterización de la China estática y eterna, misteriosa y exótica, la del mandarín sonámbulo, como la de la China enferma y humillada, y ahora, la de una China potencia, se desarrollan en torno a una misma matriz evaluativa: los chinos son enigmáticos y poco confiables. No es casual que hoy como ayer pululen libros que nos explican cómo tratar con ellos, y no deja de sorprender que muchas de las observaciones de los misioneros y viajeros del siglo XVIII y XIX se repliquen en las descripciones y explicaciones de los periodistas especializados del siglo XX y XXI.

Esta insuficiencia y estos prejuicios son tanto más preocupantes cuanto China es hoy una primera potencia económica, un actor activo en las instituciones políticas internacionales y, posiblemente, una futura superpotencia, temas estos que ocupan buena parte de los actuales estudios sobre China: ¿hacia dónde va la República Popular hoy y hacia dónde va el mundo con una fuerte presencia y/o liderazgo chino?

Asumiendo que a China no se la puede mirar solo desde su pasado ni desde la perspectiva de Occidente, difícilmente pueda pensarse que el país asiático ratificará sin más el actual modelo económico occidental y las actuales instituciones internacionales. Hasta podría pensarse que a la “globalización americana” podría sucederle una “globalización china”. China plantea este proceso en términos del sueño chino de un mundo basado en la cooperación y armonía que, sin duda, requerirá un nuevo modelo de desarro- llo económico, político y social, la construcción de una modernidad global, unida pero no uniforme, diversa pero no fragmentada. Obviamente, el experimento es de final abierto. En él se recombinan lo viejo y lo nuevo, lo propio y lo ajeno. Una modernidad que se agota y otra que solo comienza a vislumbrarse. El optimismo intramundano2 chino lo lleva a apostar por la evolución progresiva aunque no teleológica de las cosas, y a apropiarse, copiar, falsificar y mezclar, abrazando la innovación en todos los campos.

China no se limita entonces ni en el ámbito económico ni en el político a seguir dócilmente los pasos del mainstream de la globalización capitalista y de sus instituciones internacionales. Como señala Gustavo Girado, no solo China está creando sus propias empresas transnacionales sino que, lo que es aún más relevante, participa en distintos grados y formas en la formación de cadenas globales de valor, que incluyen la transferencia de tecnología desde empresas transnacionales hacia empresas chinas, conduciendo esta apropiación de las innovaciones tecnológicas a romper su dependencia con la economía transnacionalizada mundial.3 La propuesta de recreación de la Ruta de la Seda es otra muestra de que no es un actor pasivo y/o meramente reproductor del orden mundial, y que sus políticas ambicionan nuevas y alternativas formas de “apertura”. En cuanto a su presencia en las instituciones internacionales, la creación del Banco Asiático Internacional de Inversiones es un paso decidido en la reconstrucción del orden económico global.

Por cierto que en el terreno internacional China afronta gran- des desafíos: ¿cómo hacer compatibles las tendencias aparentemente contradictorias del sueño chino: la cooperación internacional y la armonía global con el nacionalismo chino? ¿Cómo se administrará y redefinirá la cuestión de los Derechos Humanos que legitiman el actual modelo internacional, habida cuenta de que los mismos son cuestionados por su sesgo occidental, y relativizados al ser definidos en relación a la soberanía territorial? ¿Podrá China gozar y defender la democracia en las instituciones globales (un país, un voto) sin practicarla internamente o con una democracia “a la China”? En un sistema global, ¿la democracia puede practicarse en algunos países y no en otros?

En cualquier caso, la democracia global dependerá en mucho de la contribución china al respecto: pensar la democracia en China y pensar en un mundo global democrático es una y la misma cosa y, por ello, la cuestión de la democracia tiene un interés e impacto que excede en mucho su propio ámbito nacional y el de los estudios de área.

Pero China no solo es innovadora desde la perspectiva de la política internacional sino en su desarrollo político interno, constituyendo un experimento político complejo en el cual se mezclan y sintetizan ecléctica y pragmáticamente las más diversas y hasta contradictorias tradiciones: el socialismo de cuño marxista, el mercado capitalista, la democracia liberal, los procedimientos consultivos y deliberativos, la virtud confuciana, todo liderado por el Partido Comunista Chino que enlaza Estado, Fuerzas Armadas, mercado y sociedad en una unidad férreamente controlada.

Obviamente, el experimento afronta desafíos y dificultades importantes.

 

1.  Gasket, Axel, “El orientalismo argentino (1900-1940). De la revista Nosotros al Grupo Sur”, Working Paper nro. 22, Latin American Studies Center, The University of Maryland, College Park, 2008, p. 34.

2.  Thomas A. Metzger, The Ivory Tower and the Marble Citadel. Essays on Political Philosophy in our Modern Era of Interacting Cultures, The Chinese University of Hong Kong, Hong Kong, 2011.

3.  Gustavo Girado, ¿Cómo lo hicieron los chinos?, Astrea, Buenos Aires, 2017


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